Bienvenida

Querida aventurera, si estás aquí es por que has escogido sentarte a oír esta historia, ¿ya has ido al baño? ¡Perfecto! ponte cómoda, amarra tus fantasías, suspira junto al caballero de plata y adentrate, aprenderemos lo que es amar desde antes de nacer, ¿nunca lo habías oído? ¡yo tampoco había oído tal cosa! hasta que Michael me susurró esta historia, y eres el invitado especial esta vez para oír.

Capítulo II

domingo, 24 de junio de 2012

Capítulo 02: Mis problemas de acción y reacción



Lunes… lunes. Me repetí no sé cuantas veces cuando me levanté de mi cama, la noche no había sido mi amiga, existía por su culpa un gran porcentaje de probabilidad de que mis ojeras llegaban al suelo. Bien, eso fue un punto a mi favor quizás cuando ya debía levantarme, la pereza no fue un obstáculo cuando el reloj sonó a las cinco y cuarto de la mañana. Me levanté de mi cama estirando mis brazos, bajando en pijamas hacia la cocina.

Luego de llegar al final de la escalera en silencio para no perturbar el sueño de los chicos, me deslicé por el pasillo para llegar a la cocina, casi recostándome de la pared, buscaba el interruptor de la luz. Había olvidado donde estaba y comenzaba a ser una molestia, finalmente lo encontré cerca de la puerta de la cocina, al encender la luz fui directo a la nevera.

-¿Desde cuándo madrugas?- escuché de pronto detrás de mí, di un respingo y casi dejo caer la tetera en la que pretendía hacer café. Volteé exaltada.

-¡Edward!- solté descubriéndolo en la cocina, con su pijama y unos guantes blancos en sus manos. -¿qué… que haces aquí tan temprano?- añadí confundida. Volviendo a mi labor, el intento de montar a la estufa un poco de café.

-esa es la pregunta que me gustaría hacerte- dijo a modo de burla, él sabía más que nadie que el madrugar no se me daba en lo absoluto

-¿Por qué llevas guantes?- pregunté ofendida

-Deberías volver a la tierra Eve, olvidas hasta a tus mascotas…- dijo dándose la vuelta para agacharse, detrás de la media pared que servía de modo de mesón, cuando habló de mascotas alcé una ceja reflexionando, llevaba allí 24 horas y no la había visto. Sentí una aguja en mis parpados, y un nudo en la garganta. ¿Cómo podía ser tan egoísta y olvidarle?

-Ronda…- murmuré, dejando la tetera en la estufa y yendo hacia donde se encontraba  Edward, agachándome a su lado, viendo a una perra de color marrón y de raza (o mezcla, no lo sé) Chow-chow recostada sobre un trozo de sábana en el suelo, Edward terminaba de inyectarle no se que en su lomo, y acariciaba su cuello para mantenerla tranquila, respiraba de manera atípica, estaba enferma.

-¿Qué le sucede?- le pregunté

-desde que mamá murió ha estado así, también enfermo, no sé exactamente que tiene, pero creo que con estas inyecciones podré hacer algo- masculló él, llevando a una bolsa plástica las inyecciones y sus guantes desechables.

-¿ha comido?- dije preocupada, negó con su cabeza

-pero últimamente si ha tenido apetito, lo único que ha logrado por sí misma es beber agua, le estoy inyectando vitaminas y antibióticos, los analgésicos se los doy si se queja del dolor, por lo menos lleva 48 horas sin quejarse de ello. Eso me dice mucho, ahora solo tiene que descansar-

-¿crees que se recupere?-

-Se lo prometí a Katie- se limitó a responder, y después de desechar la bolsa plástica y los residuos de lo que estaba haciendo cruzó la cocina –me iré a bañar, entro temprano hoy- subió las escaleras.

-Okay…- dije, y miré a ronda por unos minutos, se veía tan frágil, me observaba, aunque con debilidad, con un dejo de alegría en el brillo de sus ojos, sonreí pues sentí que me había reconocido, apenas movía su cola de palmera al parecer emocionada.

-te cuidaré, no te preocupes- le susurré tocando su cabeza,  me quedé con ella ahí por unos minutos, hasta que me levanté y me lavé las manos. Debía hacerles el desayuno a los chicos y quitar la tetera que hacía rato que había acabado con el café.

Al cabo de unos 40 minutos ya había terminado, estaba puesta la mesa, así que subí a levantar a las chicas, Pet se levantó también y Jonathan salía del baño ya bañado, <<vaya>>, me dije a mi misma <<al parecer mis únicos dolores de cabeza futuros serán el que Katie se levante a tiempo>>.

-¿llevaremos almuerzo?- dijo Pet cuando bajo, fue el primero, yo asentí alcanzándole los almuerzos y el los guardó en sus respectivos lugares.

-que buen hermano- dije sarcásticamente, convencida de que quizás era un truco tanta amabilidad

-prefiero ayudarles a escuchar los gritos de Jouliane sobre caballerosidad y esas cosas, enserio molesta- se quejó

-Jaja, ya, ven a desayunar- le señalé la mesa en las que estaban unos panqueques con miel que hice y un poco de chocolate caliente. Luego de que nos sentásemos apareció Jonathan  y se sentó también.

-Bien Eve, parece que el vivir sola mejoró tu cocina- burló bebiendo su chocolate caliente, lo fulminé con la mirada mientras apreciaba su risa sarcástica de oreja a oreja

-Cuidado Josh, sé que hay cianuro cerca- sonreí sarcásticamente también, mordió el panqueque

-Vale niña, toma- dejó un papelito sobre la mesa, y continuó con su desayuno, en ese instante bajó Edward, que se sentó en la mesa también. Como era de adivinar, no dijo nada sobre el desayuno, pero estaba tan perplejo como Jonathan, les impresionaba mi fantástico desayuno. Esa era la familia que tenía, amigas y amigos.

-¿qué debo hacer con este número de teléfono?- pregunté viendo hacia las escaleras, aun faltaban por bajar Jouliane y Katie.

-ponerlos en el teclado del teléfono de la casa y esperar que atiendan del otro lado- dijo Jonathan, y se desplomó en carcajadas, junto a Edward y Peter.

-Oh, ya veo, no me digas- dije con sarcasmo, casi mostrando una vena de enojo en mi sien, tomé mi chocolate y lo bebí con enojo, las bromas de Josh seguían siendo como las de siempre. Pesadísimas.

-Bien, ya, a ponerse serios.- pararon de reír como si estuviesen de acuerdo – ese es el número de un laboratorio y publicidad especialista en fotografía que está en la ciudad, es el único de por aquí, pero es uno de los mejores de la ciudad de Mérida, es una sucursal de la ciudad capital. Hablé con la gerente que es una conocida mía y dijo que la llamases cuando llegaras, creo que para acordar una cita…- continuó con su desayuno, miré perpleja el papelito. Era trabajo, si, pero trabajo como fotógrafa.

-¿Cómo voy a pagarte esto?- susurré aun viendo el trozo de papel que estaba en mis manos. Él terminó su desayuno y sonrió luego de acabar también su chocolate.

-haciéndome los siguientes desayunos sin cianuro- rió, dejó los platos en los que comió en el fregadero y yéndose por la puerta de la cocina se despidió. Segundos después Edward lo siguió, tomó sus cosas y se fue con Jonathan, este estudiaba en la pequeña facultad de medicina que se encontraba en Valle Normal, estaba cerca del trabajo de Josh, que era de encargado de una tienda de antigüedades que antiguamente era de su padre.   

Al verme ahí con el papel aun en mis manos viré a ver a Peter, que ya estaba listo y bebía su tercera taza de chocolate caliente

-¡Sigues adorando el chocolate!- reí levantándome de la mesa, yendo hacia las escaleras y mirando hacia arriba -¡Katie! ¡Jouliane! Solo tienen 30 minutos, ¿qué tanto hacen?-

-Te aseguro que es el cabello de Katie- dijo Peter

Segundos después varios alaridos y pelea entre chicas me corroboraron lo que Peter me había asegurado con tanto hincapié. Peleaban por que Katie seguía luchando con su cabello y las manos de Jouliane.  Con bastante dificultad bajaron las escaleras, Jouliane no podría estar más decidida a domar los dorados cabellos de Katie, pero el principal problema no eras las hebras de oro, eran en cuestión las traviesas manos de la pequeña malcriada.

-¿desayunaran?- pregunté en cuanto acabaron, Katie poco le faltaba para soltar lagrimas de enojo, siempre había odiado recoger su cabello, pero debía aprender a peinarlo si no quería terminar como yo, con cabellos y sentimientos enmarañados.

-No nos da tiempo- dijo Jouliane viendo el desayuno en la mesa con dolor por lo que decía

-¡Muero de hambre!- dijo Katie ignorándola y sentándose a la mesa, entusiasmada con todo, sonreí y tomé el hombro de Jouliane, que suspiró y se sentó también

-no les llevará más de 10 minutos, además, no pueden irse con la panza vacía.-

Fue rápido, pensé que eso era lo que mamá siempre vió desde que yo había nacido, comían, se vestían y se iban pronto, la casa quedaba con un silencio sepulcral que quizás solo le gustaría a un alma solitaria que escribiese con el corazón. Estiré mis manos al verme sola luego de divisarlos por la ventana hasta desaparecer en la carretera, iban riendo y despreocupados, lo último que deseaba en la vida es que entristeciesen de nuevo. Mi madre pudo haber ocasionado el derramar de muchas lagrimas de sus ojos, y no por gusto claro, pero me había dado el propósito de hacerlos felices y darles lo que necesitaban, y para ello necesitaba un trabajo, ¿no es así?, giré mi mirada a la mesa que debía levantar y al número de teléfono que yacía en un papelito.


*


-Publicidad JanET, ¿en qué puedo servirle?- escuché del otro lado en cuanto marqué el número, mis nervios me envistieron, pero lo controlé lo más que pude. No deseaba tener una voz eufórica.

-Hola, buenos días, soy Evelyn Moore, mi primo Jonathan me dijo que los llamase sobre un trabajo, no se si debía hablar contigo directamente así que…- me interrumpieron de inmediato del otro lado

-¡Oh! No te preocupes, esperame un momento y te comunicaré con la dueña, es con ella ese asuntillo, espera…-

El sonidito típico de espera por teléfono, era horrible.

-¿Si?- dijeron con desdén del otro lado

-Emmm yo…- susurré sin saber muy bien que decir

-eres la prima de Jonathan, ¿no?, te espero el miércoles aquí a primera hora con tus fotografías- y colgó.

Bien, había quedado completamente impactada, pero esa parecía ser una cita de trabajo, ¿no es así? Anoté en un pequeño papelito el día y la hora y recordé que debía preguntarle a Jonathan donde quedaba ese laboratorio fotográfico. 


*


Me acerqué nuevamente a Ronda, que aun estaba recostada, sin embargo, parecía un poco más tranquila, ya que dormía más placenteramente y con un ritmo en su respiración mejor, acaricié su lomo con cariño y proseguí a comenzar las labores hogareñas que tendría a partir de ese día.  Luego de todo eso, organicé mis cosas en mi habitación, que la sentía tan fría y solitaria… colgué entonces unos posters de mis bandas favoritas, además de que saqué unas cuantas fotografías y pinturas que me encantaban, las clavé en la pared y organicé además mi ropa en el closet.  Fue lo suficientemente trabajoso como para pasar la mañana entera en dicha labor.

En cuanto noté la hora, un poco más de las 11:00 en punto de la mañana, bajé las escaleras a hacer el almuerzo, le di otra mirada a mi mascota que seguía igual y saqué los ingredientes a la mesa de la cocina. Estaba concentrada, no pensando en nada para no enmarañarme, entonces sentí un golpe en el techo. Miré hacia allí alzando una ceja, era como si alguien hubiese dado un salto en la planta del segundo piso.
Lo ignoré terminando de poner todo en su lugar, lo último sería terminar de hornear unos panecillos con ajo y queso que debía dejar durante 10 minutos en el horno, cuando los hube colocado volví a sentir el vendido golpe fuerte.

<<Un ladron>> me dije a mi misma llena de escalofríos, tomé la escoba como si fuese la mejor arma del planeta y me dirigí a las escaleras, subiéndolas con cuidado para no procurar ningún sonido que pudiese delatarme. En cuanto llegué  al pasillo, caminé inspeccionando las habitaciones, llegando hacia cada puerta y abriéndola con lentitud. Me quedé entonces, cuando vi las habitaciones de todos los chicos, en el fondo, justo en frente de la habitación de Jonathan, dándole la espalda al pasillo. <<Ahí se encuentra sin duda el canalla>> pensé empuñando con más fuerza la madera de la escoba y con la mano sobrante tocando la manilla de a puerta.

Más pisadas, alguien corrió escaleras abajo.

Volteé completamente asustada, y corrí también escaleras abajo viendo hacia ambos lados del pasillo consternada, <<Cocina>> pensaba << ¿Y si ha entrado a la cocina?>> me quedé muda mirando hacia allí, temblando por la adrenalina y el miedo mezclados, sintiéndome insegura y   expuesta totalmente. Era esa clara impresión de que algo mayor y verdaderamente malvado me acechaba con morbo y bastante insistencia, como divirtiéndose muy en el fondo. Esas intuiciones tan extrañas que despiertan en cualquiera cuando está seguro de que es seguido, acechado, el objetivo de mucha maldad.

Alguien me observaba a mi espalda. Por un segundo recordé ese sentimiento de miedo, ese que soñé aquella mañana en mi apartamento de ciudad capital. Un sentimiento de culpa alienado con uno de miedo y desesperación, me observaban con malas intenciones. Olía a sangre seca, muy de pronto, y solté la escoba por culpa de mis temblores. Tenía mucho miedo.

Diiiin

Solté un chillido antes de llevarme con velocidad ambas manos a mi boca dando media vuelta, no había nada. Ese era el sonidito de la campanada del horno eléctrico de la casa. Y esa era yo ahí, sudando y temblando como una completa lunática ante la nada. No había nada detrás de mí, nunca lo hubo.
Llegué hacia la cocina aun mirando hacia los lados como si alguien hubiese estado ahí. Saqué los panecillos y los coloqué sobre la mesa. Suspiré viendo la hora. 1: 00 p.m. y mis hermanos no llegaban, tenían una hora de retraso.

Mi preocupación era doble, su mitad se reflejaba en mis hermanos y la otra en mi salud mental. ¿Qué debería hacer en aquella situación? ¿Debía irles a buscar en su escuela? Existía la pequeña posibilidad de que se hubiesen entretenido en los parques que estaban en el camino. Caminé hacia el pasillo viendo hacia la puerta que permanecía cerrada, y paso de nuevo. Otro estruendoso sonido, sin embargo esta vez sí supe que era,  era el fuerte ladrido que jamás creí volver a oír tan pronto, y como un rayo fugaz, pasó a mi lado corriendo Ronda hacia la puerta, al ver que estaba cerrada se regresó pasando junto a mí de nuevo que estaba perpleja, y salió por la puerta de atrás, la de la cocina.

Reaccioné corriendo tras ella, dejando todo cerrado. Corrí con dificultad entre malezas y ramas retorcidas, pues iba directo a la colina que se encontraba a unos metros de donde vivía. El ambiente estaba abundante en moho y humedad, el suelo se veía completamente verde y cubierto de lodo, al igual que los troncos de los arboles. Corrimos entre encrucijadas extrañas y olorosas a humedad hasta que legamos frente a un enorme castillo.

Un castillo en medio de la nada, y custodiado por garitas y enormes rejas frente a mis ojos. Parecía uno de esos castillos de los cuentos de hadas en los que dejan confinadas a las princesas. Colosales y gruesas rejas de metal corroído y de color negro que dejaba a relucir en varios segmentos óxido por la humedad, eran arropadas por varias ramas de las enredaderas que se encargaban de darle un toque verdoso.

La curiosidad que parecía sellada en mi alma por mucho tiempo despertó en una ocasión creo poco conveniente, y aumentó al ver a mi perra ahí dentro, sin un lugar evidente por donde entrar, las garitas estaban selladas, igual que las enormes rejas que no te permitían ni siquiera escabullirte entre sus barrotes. Interesada en saber lo que sucedía, escalé entre las enredaderas hacia el muro, y de ahí, salté hacia abajo. Siempre diré que fue una mala idea, me golpeé mi trasero fuertemente y llené mis ropajes de fango. Traté de limpiarlo mientras me levantaba.

Cuando me restablecí me di cuenta que había perdido el rastro de Ronda, por lo que caminé más cerca de la entrada del lugar, que poseía unas enormes puertas de madera pesada y barnizada hacia unos siglos. Puse mi mano derecha intentando empujar, era imposible debido al peso tan grande que tenían. No fue un problema, ya que sin más ni más, se abrieron de par en par, dándome paso a un enorme recibidor con alfombras rojas y escaleras frente a mí.

El día estaba nublado, por ello, solo pequeños hilos de luz se abrían paso entre los vidrios de los ventanales y algunas cortinas con decoraciones barrocas. Los rodapié eran el descanso de muchas mesas arrinconadas con libros, y los cuadros de personas que desconocía  junto a armaduras abundantes en telarañas eran casi un ejército contra mi desfilando en las paredes. El piso hacía un hermoso y peculiar contraste con el lugar, que hacía que te imaginases un tablero de ajedrez por sus baldosas cuadradas, negras y blancas.

Pronto,  me encontré con un par de pasillos, uno perfectamente iluminado y otro completamente oscuro, yo, ni lenta ni perezosa me encaminé por el que poseía una hermosa luminaria proveniente de una lámpara de cristal colgando en el centro, pero cuando iba casi debajo de ella, esta cayó al suelo, rodando sus trozos de cristal por doquier, casi diciéndome ‘hey! Por aquí no vayas’, y si bien no lo dijo, si entendí en mensaje, yéndome por el pasillo oscuro. Lo crucé atenta a las paredes y al techo que casi no veía por la oscuridad, y sentí un flameante sonido. Antorchas se encendían en el camino, e iluminaban un cartel de madera que decía “Está usted entre el límite del tiempo y la realidad.”

-vaya tontería- murmuré a mis adentros, y una puerta a mi lado se abrió, miré con curiosidad en el interior de la enorme habitación y divisé un órgano, hermoso y antiguo, solitario entre una habitación que parecía poseer colores que morían entre su camino desde los vitrales de las ventanas hacia el suelo polvoriento. El rechinar de otra puerta me alertó, y vi otra habitación adjunta que me invitaba a pasar. Fui allí, encontrándome con una especie de salón, de esos en los que solían hacer las fiestas en la edad media. Tenía muebles hermosos bajo sabanas blancas que estaban arrinconados, con relojes de madera antiguos y mesitas con muchos jarrones costosos. La diferencia entre este salón y las demás habitaciones era que estaba completamente limpio.

Otro ladrido, y risas. ¡Había olvidado a mis hermanos!

-¡No seas tramposo Petter!- oí de Jouliane, que entraba corriendo a la habitación y se quedó paralizada al verme ahí, luego entró Petter y Katie, quienes también me vieron con impresión -¿Qué haces aquí?- dijo al cabo de unos segundos Jou, reí sarcásticamente

-es pregunto yo, ¿qué hacen aquí?- dije con enojo, todos bajaron su cabeza

-¡Venimos aquí siempre!- soltó Katie

-¡Pero no sin mi autorización!- respondí al instante completamente enojada, y me acerqué a Katie tomándola por su bracito.

-¡No puedes prohibirnos algo que hacemos desde siempre!- gritó Jouliane

-¡No lo hago por mala! ¡Hay reglas!, aquí corren peligro…- hice una pausa, volteando hacia donde se encontraba, y cuando me disponía a hablar nuevamente volvieron a interrumpir mis pensamientos, acciones y reacciones.

-Aquí no corren peligro en lo absoluto- escuché de una dulce voz masculina que al parecer había aparecido de pronto, solté a Katie sin darme cuenta en cuanto lo intenté localizar con mis perplejas par de pupilas.
Y ahí, cual mago encantador de la edad media aparecía quien poco tiempo después compararía con el mago Merlín. Era un hermoso sujeto que parecía poco más que una aparición celestial, reencarnación de alguna blanca flor arrancada del campo elíseo. Sus ropajes negros hacían resaltar sus ondulados cabellos azabache y sus ojos oscuros y expresivos. Eran una combinación total de alguna obra de Miguel Ángel con la mismísima mano del creador.

Un caballero andante de impecable presencia. Sin saber porque, me quedé muda solo observándole.

¿Quién eres tú que entre nocturnas sombras sorprendes de este modo mis secretos?
(William Shakespeare)


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Primero que nada, me permitiré agradecer a todas aquellas que decidieron seguir de manera oficial el blog, además a todas quienes se dieron a la ardua pero sencilla labor de comentar que les parecía el primer capítulo, en segundo plano, me disculpo por mi tardanza extrema, ¿a qué se debió?, se debió a que eran mis últimos días como bachiller, ahora soy una persona libre que irá a la universidad y no se aguantará más los desagravios de la juventud que la rodeaba xD. Bien chicas, hoy es 24, saben a que me refiero, ¿no? casi cumpliré 3 años de esta historia que salió unos meses después de que el 25 recibiésemos esa noticia. Recordemos a un Michael feliz que nos dice siempre 'persigue tus sueños' ¿bien? no quiero ponerme triste por que ya no es momento para ello, espero que les guste mi trabajo y me acompañen, creo que ahora si podré hacer las cosas como quiero de verdad y traerles un mejor trabajo. 

Gracias a Michael, y Gracias a ustedes, por estar siempre ahí.