Bienvenida

Querida aventurera, si estás aquí es por que has escogido sentarte a oír esta historia, ¿ya has ido al baño? ¡Perfecto! ponte cómoda, amarra tus fantasías, suspira junto al caballero de plata y adentrate, aprenderemos lo que es amar desde antes de nacer, ¿nunca lo habías oído? ¡yo tampoco había oído tal cosa! hasta que Michael me susurró esta historia, y eres el invitado especial esta vez para oír.

Capítulo I

sábado, 26 de mayo de 2012

Capítulo 01: Todo lo que necesitas es desearlo.



 … Y un poco de amor propio.

Me iba a mudar esa mañana, esa era la razón por la cual varias maletas me esperaban en la puerta, mi departamento no era muy grande, pero si lo suficientemente cómodo, no estaba segura de si volvería o no, era una suerte que no tuviese alguna mascota. Abusé de las pastillas prescritas por el último médico que me había visto hacía casi un año, cuatro en total, tenía una migraña horrible y un dolor de caderas, me sentía idéntica a una anciana.

Tome las maletas y cerré bien el departamento, me esperaban cuando mucho 4 horas de viaje, así que iba armada con mi MP4 cargado y un libro de mitología, esa era, para mí, la mejor pastilla contra el aburrimiento.

-Oww, Eve, Era cierto- escuché decir de una voz familiar en cuanto salía del ascensor en el último piso del edificio. Era Olga, una muy buena amiga, era mi vecina y la única que me había ayudado a adaptarme cuando había llegado ahí.

-¿cierto?- redundé

-¡Te irás!- soltó y me abrazó, olía a fresas, ella era de tez morena y cabellos caoba, ondulados, formando preciosos bucles suaves que rozaron mis mejillas. Estaba tan ida y neutral que ni siquiera rezongue por el apretujón que me dio, parecía preocupada,  pero sinceramente me daba igual, quizás se debía a mi bajo estado de ánimo.

-tengo qué- respondí luego de que me soltó. Me miró por unos minutos y suspiró como una madre

-Te deseo muchísima suerte, nunca olvides que me tienes aquí para lo que necesites- esas palabras de aliento sumían una atención tan preciosa en mi corazón, agradecía recibirlas, pero en aquellos segundos apenas sabía cómo emitir sonido alguno, gesto, mirada. Me limité a solo sonreír, mirándola, quizás con olor a plástico. Arrastré al cabo de unos segundos mis maletas desplazándome a la salida, levanté mi mano derecha justo cuando le daba la espalda saliendo por la puerta, en señal de despedida.

Adiós, ciudad capital.



De Caracas a Mérida hay (según mediciones que creo que alguna vez vi en un libro de geografía) 682 km de distancia, eso asume de inmediato unas 5 o 6 horas de viaje en autobús. No me iría en avión, no esa vez. Mis nervios estaban de punta y desde el avión no vería la plena entrada a la cordillera de los andes, ese olor a tierras vírgenes y ese color verde que te dice que aun están vivos los mitos guajiros entre el bosque y montañas. La cordillera de los andes es una formación que comparten varios países de Latinoamérica, esas montañas imponentes con tantos secretos y mágicos parajes a lo largo y ancho de todo el continente, subiría allí dentro de poco. El tipo que siempre acompaña al conductor, creo que es el guía turístico para los viajeros nuevos se levantó de su asiento delantero en cuanto salimos de Barinitas, pasando desde los llanos hasta la cordillera.

“Deben mantenerse en sus lugares inmóviles, suelen existir pasajeros que tienen problemas de oxigenación al sucumbir en el encanto de las montañas, estamos subiendo a casi 3000 metros sobre el nivel del mar, la temperatura baja y suelen conocerse fenómenos en el cuerpo humano como lo es el ‘mal de páramo’…”

Proseguía inspirado tal sujeto en su exposición bien aprendida de un trozo de papel, yo ni siquiera me tomé la molestia de doblar mi cuello hacia él para verle el rostro u oírlo, mis ojos no se despejaban de las montañas sin fin que me esperaban y la neblina preciosa que hacía acto de aparición de a poco como un encanto mágico. Mis manos estaban sobre mis piernas, apretando el MP4 apagado desde hacía unos minutos y el libro de mitología que no había abierto por mi despiste a la hora de leer. Estaba muy aturdida como para darme lujos de leer procesos mortuorios egipcios o a los filósofos griegos diciendo el origen mítico de la creación.

-señorita… señorita.- de pronto sentí que alguien tomaba mi brazo izquierdo, automáticamente recordé que de ese lado iba un pasajero que compartía lugar conmigo. Al fijarme recordé que había sido una anciana que tejía con bastante esmero y gracia. Yo no había emitido palabra alguna durante todo el viaje a pesar de sus intentos por buscar conversación o sus ofrecimientos de galletas o refrigerios.

-¿sí?- inquirí, dudando en hablar o no, pues había hasta olvidado como sonaba mi misma voz, me sucedía con frecuencia al obviar el don de hablar

-el señor, le preocupa que estés ahí inmóvil, ¿te sientes bien?- dijo la anciana con un claro tono de preocupación, me enderecé la espalda sentándome derecha en mi lugar llevando mi mirada –pero no mi atención- hacia el frente

-no es la primera vez que vengo, de hecho, nací y crecí en el páramo- mascullé fastidiada por la mirada de todos hacia mí. Pensaba que eso bastaría para que dejasen de observarme. Tras unos segundos de silencio engreído de mi parte, funcionó. Pero no con la anciana.

-Pareces no muy agradecida de la magia de las montañas- susurró la vieja a mi lado

-¿Tan cara de amargada tengo?- cuestioné con la cabeza baja

-¿Amargura?, no, no es la palabra de lo que destilas, parece más tristeza, ¿regresas a tu pueblo?-

-sí, con malas noticias-

-Ninguna puede ser tan mala noticia si te invita a volver a donde naciste- dijo la mujer que seguía entretenida en su pieza, tejiendo

-¿Y si quedas huérfano con cuatro hermanos? ¿Y si tu padre te dejó sola con una madre que se desgastó lejos de ti solo porque escogiste huir?-

-¿Vienes de Caracas por qué? ¿Escogiste vivir ahí solo por capricho?-

-quería estudiar-

-¡Entonces no huiste!- dijo la anciana que por primera vez soltó su laboriosa misión manual y viró a verme –linda, disculpa mi intromisión en tus problemas- suspiró –la verdad es que desde que te vi subir al autobús sentí en ti una gran… no lo sé, tu mirada me denoto algo familiar, ¿sabes? No desaproveches la oportunidad. Cuando algo  desaparece, muere, es porque otra cosa surgirá, renacerá o se sembrará.-

Quedé patidifusa con sus palabras. La anciana continuó con su labor, como si estuviese segura de que hizo lo correcto entrometiéndose y yo solo permanecí ahí, con cara de imbécil por unos minutos, desvié mi mirada al oír su silencio, aplastando mi mejilla hacia el vidrio de la ventana.

Al cabo de unos minutos supe que faltaba poco para llegar a la terminal, guardé el libro y mi reproductor de música en mi bolso negro, debía bajarme unos metros antes del terminal ya que yo no iba en si a la ciudad de Mérida. Mi pueblecillo de nacimiento era un sitio olvidado de la geografía de los sitios andinos de mi país.

Me bajé del autobús sin mirar atrás, temía de la anciana. Camine hacia la acera desierta detrás de mi (única cosa de cemento a unos kilómetros) y esperé el transporte que me llevaría a casa divisando las montañas y vegetación. Seguía siendo como siempre, hacía frío pero con un sweater me era suficiente. Por lo menos para mí.

Al cabo de unos minutos un microbús me transportaba con un exceso de ruido al que llamo  movimiento urbano de mal gusto, para no entrar en detalles fisiológicos,  aturdiéndome. Rogaba por bajarme pronto.


Hola, Valle Normal.


Bullicio, frío, y todo lo que conformaba mi ciudad natal. Podría decir que ahora no podía suspirar ahí, muy a pesar de todo, esos dos años habían traído más industrialización, sentía sucio el oxigeno. Todo ahí, a través de las aceras que pisaba y paredes que me rodeaban era de estilo colonial, esa ciudad se había conservado así desde su construcción por allá en la época de la conquista, fue fundada por un escocés fanfarrón que había escapado con Colón. Caminé ignorando a los lugareños que me reconocieron, no quería aguantar sus pésame ni nada por el estilo. Mucho menos sus preguntas, yo además no sabía siquiera donde estaba enterrada mi madre.

Luego de unos minutos de caminata en silencio llevando solo mi mochila pude ver aquel caminillo de florecillas blancas que tanto anhelaba en secreto cada noche al cerrar los ojos. Ahí al final, había una casita que parecía una cabaña, de manera, ladrillos y descolorida pero preciosa. Caminé con entusiasmo, llevando en lo más profundo de mi corazón la esperanza de volver a ver el rostro de mi madre ahí esperándome, con las mejillas llenas de tierra porque quizás estaría plantando nuevos tipos de flores. No obstante, solo una imagen sin color que mi mente proyecto imaginariamente me recibió.

No, yo no podía ser tan tonta al desear algo así. No. Toqué la puerta destrozada, empuñando en cada mano miles de suplicas al creador para devolverme a mi progenitora, la puerta la abrió Edward. Mi hermano, de los dos varones, el mayor. Le sonreí, sin embargo esa no fue la mejor expresión que pude sacar del manojo que había olvidado ya hacía unas horas, ¿quién sonríe cuando alguien querido muere? Lo supe claramente al ver como desvió su mirada y caminó al interior de la casa, cerré la puerta detrás de mí, buscándolo con la mirada ansiosa de hablar con él, sin embargo un bulto se vino contra mí. Me abrazaba con fuerza, conocía ya quien era. La levanté del suelo abrazándola con cariño.

-Katherine…- susurré llevándomela conmigo, era mi pequeñita hermana. La menor y mas traviesa.

-es mi culpa- sollozaba esta -¡Es mi culpa que no esté!-

-¡Claro que no!- dije, al llegar a la sala cerca del sofá me senté, dejándola a ella a mi lado, le pedí que se limpiase las lagrimas haciéndole un ademan, imitando con mis manos dicho movimiento. Ella rápidamente lo hizo.

-¿Y los demás? Jouliane y Peter- pregunté

-Cocina.- respondió secamente Edward, que cruzó la sala yendo directo a la cocina. Pronto apareció con ellos, que eran gemelos, el mayor por 20 minutos era Peter, Jouliane siempre había sido considerada como un milagro porque nadie sabía que existía hasta que el médico notó que mamá proseguía su labor de parto a pesar de haber parido ya a Peter.

-¿Qué debería decir ahora?- dijo Peter, me encogí en hombros

-Yo tampoco sé que decirles, chicos, la verdad es que estoy tan…- no supe que decir, claro, era verdad lo que afirmaba.

-Creo que la pregunta es, ¿Qué sucederá con nosotros?- preguntó de inmediato Edward con voz de enojo, entendía como se sentía, pero no dejaba de preocuparme su actitud.

-¡Soy mayor de edad! ¿Olvidabas eso?, además… la tía Rut me llamó, horas después de enterarme, dijo que si deseaba podía hacerme cargo de ustedes- respondí al instante, sin embargo me volvió a interrumpir

-¿Y?- dijo pedante

-…Y me haré cargo de ustedes, irás a la facultad de medicina en la universidad como lo deseas, Jouliane y Peter podrán terminar sus estudios y Katie podrá seguir yendo a la escuela y a sus clases especiales de artesanías.-

Todos me miraron impresionados, la verdad no se esperaban eso.

-¿hablas de verdad?- cuestionó Peter

-¡Por supuesto!- respondí

-¿Y qué hay del dinero?- volvió a chillar Edward

-ese es mi problema porque ya soy su responsable- me levanté –no quiero que nos sentemos más a llorar, mamá se enojaría si nos viese así, ¿qué tal si mejor remodelamos la casa? No lo sé… cambiamos habitaciones… leí en una revista una vez que hacer esas cosas provocaba sonrisas a una casa, puede que así se nos contagie un poco de ese gas hilarante que nos hace tanta falta- abrí mis brazos hacia Katie, y con un ademan en mi cabeza al abrazarla Peter y Jouliane entendieron mis intenciones. ¡Abrazo grupal! Solíamos hacerlo con mamá cuando nos proponíamos algo.

-Ed, faltas tú- le dije al gruñón de Edward que aun nos miraba desde una esquina. Se negaba a sumarse, sin embargo los chicos y yo comenzamos a rogar y logramos nuestro objetivo. Nos abrazamos con fuerza por unos minutos.

-¡Vaya! ¡A pesar de los años sigues siendo igual de pequeña!- escuchamos de pronto, los chicos me soltaron y yo pude voltear a ver quién era. La verdad no podía creerlo. Mi primo y único mejor amigo en aquel pueblo cuando estaba pequeña. Jonathan.

-¿Eres quien creo que eres?- sonreí muy a pesar de que me había vuelto a insinuar lo enana que  era, asintió como un tonto y yo me acerqué para verlo mejor –vaya, Josh, sí que has crecido, ¿qué haces aquí?- pregunté, no sabía que ahora se acostumbraban las visitas luego de un velorio.

-Corrección, siempre he sido así, tú eres la que estás rara… estoy aquí por qué debo estar aquí, ¿no es así, Jouliane?- mi primo viró a ver a Jouliane que se rascó la cabeza

-Ups… lo siento- dijo -¡Olvidé decírtelo, Eve!, se suponía que él se quedaría con nosotros porque es mayor y no sé qué cosas más-

Luego de mirar a Jou detrás de mí viré a ver a Josh segurísima de algo

-¿Fuiste tú quien habló con la tía para que pudiese hacerme cargo de los chicos por mi misma?- el asintió luego de mi pregunta dándome la razón

-Deduje que no te gustaría irte a vivir con ella en Tabay, es bonito por ahí, pero ella es muy gruñetas, así que le dije que podrías hacerte a cargo, pero aceptó solo si venía aquí.-

-No necesito niñeras, solo me llevas 3 años, ¡Además- me interrumpió

-Es eso o nada, tengo mis maletas afuera y un trabajo estable… además- sacó un papel haciendo énfasis en su última palabra –un  numero al que podrías llamar y quizás encontrar trabajo, ¿eh?, ¿qué me dices?-

-no quiero ser una molestia-  inquirí

-no lo eres, ninguno de ustedes lo son, tengo una habitación aquí y pues, afuera mis maletas y necesitan de mi si desean hacer algo con la madera de afuera, escuché algo sobre remodelaciones…-

-¡Está mal oír conversaciones ajenas!- rió Katie para mi tranquilidad

-No es mi culpa, es que Eve habla muy fuerte- respondió Josh

-intento entenderles pero no puedo, ¿qué no se dan cuenta? Mamá no está- soltó Edward enojado, todos viramos a verle

-¿Y qué harás? ¿Solo puchero? Tienes 17 Edward, es increíble que Katie asuma de mejor manera esto, te diré algo amigo, sin ánimos de creer ser la autoridad aquí, tienes dos opciones: la primera es llorar como niña y no afrontar nada, quejarte como imbécil, y la segunda es ayudarnos a remodelar la casa y demostrar que tu madre te crió bien.- replicó con voz de sermón Jonathan

Bien, todos nos quedamos en silencio a la expectativa de su respuesta, suspiró y pidió la disculpas concernientes.

-¿Qué se supone que remodelaremos?- dijo con fastidio.

-¡Uh! Necesitaremos algo para estimularnos auditivamente, ¿no lo creen?- dijo Jouliane que sacó de una gaveta en la sala de estar un CD y lo colocó en el reproductor en la sala, se me hacía muy conocida esa melodía, no obstante mi hermana no me respondió mi interrogante evidente.


So keep the faith
Don't let nobody turn you round
You got to know when it's good to go
To get your dreams up off the ground

So keep the faith
Baby yeah
Because it's just a matter of time
Before your confidence will win out

Believe in yourself no matter what it's gonna take
You can be a winner but you gotta keep the faith
Gon' keep it brother
You got…


Pintura blanca, color azul cielo y madera en su color más hermoso, caoba, solo faltaba un poco de barniz que Josh dijo que podría conseguir al día siguiente, era lunes, mi primer día haciéndome cargo de los chicos. Las habitaciones habían sido re-ubicadas,  las chicas, Katie y Jou ocuparían, del segundo piso, la habitación que casi daba al fondo, a mano derecha. Ordene sus muñecas y les  obsequié las mías, exceptuando a Miranda, una de mis favoritas desde bebé. Pet compartiría la habitación más grande con Edward, estaba al lado del cuarto de las chicas. Ahí ubicamos la computadora y algunos libros, si tenían que hacer alguna tarea no sería tan difícil para nadie. La habitación del fondo sería la de Josh, era suya desde que éramos unos niños.  Y finalmente la mía, justo al lado de la de mi madre, que cerré con llave. Aun no estábamos preparados para abrirla en algún tiempo.

En la sala de estar hicimos espacio, colocamos la TV y el DVD a la mano, si queríamos bailar, ver películas, jugar con el Play Station o esas cosas, bien podríamos hacerlo. El día fue lo suficientemente agotador como para que holgazaneáramos y fuésemos por comida a la ciudad. Comimos comida china. Los chicos conversaron conmigo hasta que luego de bañarse y demás se fuesen a dormir. Ayudé a ponerse su pijama a Katie y la dejé con Jou en su habitación, Pet se despidió yéndose a dormir y Ed se quedó en la computadora no sé hasta qué horas de la noche. Por esa vez se lo dejé pasar.

-¿Y tú? ¿Cómo estás?- me preguntó Josh en cuanto estuvimos a solas en la cocina. Yo seguía bebiendo gaseosa de limón sentada en la mesa igual que él.

-¿Cómo debería estar?- le respondí encogiéndome en hombros

-No lo sé, la verdad fue muy repentino, se suponía que en unos meses estaría bien.-

-Lo que más me duele es que llevaba tiempo, según lo que me explicó la tía, ¿cuatro meses?-

-la verdad fueron siete- murmuró, lo viré a ver con una velocidad impresionante

-¿qué? ¿¡Por qué nadie se molestó en decirme nada!?- exclamé intentando no gritar

-fue su idea, quería que terminases tus estudios.- negué con mi cabeza en forma de desaprobación, el suspiró y volvió a mirarme –hace siete meses te estabas graduando-

-creí que no había ido por que estaba ocupada con las acciones sociales de valle normal, ¿me mintió entonces?-

-No, si estaba en esas acciones sociales, de hecho, enfermó estando ahí. Hace siete meses enfermó, hace cinco nos enteramos, y hace un par de meses nos dimos cuenta que era imposible curarla-

-No es justo- susurré contra de mi mano derecha, ocultaba mis labios, me levanté de la mesa

-Habló de tu padre… luego de hacerlo de ti, dijo en varias oportunidades que temía por que te amargases-

-No… estoy preparada para oír lo que agonizó mi madre, Josh, mis hermanos me necesitan intacta. Si no es mucha molestia me bañaré e iré a dormir-

-Cada que se habla de tu padre actúas así- replicó él

-¡Y lo seguiré haciendo!- volteé enojada -¡No tienes idea de lo que me duele el que mi madre se haya ido esperándole aun! ¡Enfrentó la vida sola! Ella era frágil, ¿no es mucho peso para sus hombros?-

El negó con la cabeza.

-¿no será que es mucho peso para ti? Tomaste algo que no es de tu incumbencia.-

-Gracias por todo, pero enserio no quiero hablar de ello ahora, yo, solo no puedo.- me despedí y fui a dormir, quizás lo que decía la anciana era cierto. Todos esos eventos conformaban parte de un nuevo ciclo de existencia, una nueva vida, un nuevo acto de una  obra, algo que se había sembrado. Pero muy dentro de mí tenía miedo, un miedo que iba más allá del cambio, es como cuando alguien dice tenerle miedo a la oscuridad. Quizás su miedo no es la tiniebla de lo oscuro, si no lo que puede encontrar entre ese silencio y oscuridad homogéneo. Solo debía apretar mis ilusiones entre ambas manos. Solo debía morder la esperanza, la fé. Quizás volver a aquella patética ciudad no sería tan malo. ¿Sería posible encontrar algo más allí? ¿Algo más que recuerdos grabados en mi corazón?

La voz dulce que emitió por horas el reproductor de música retumbaba en mi mente.


Mantén la fe, Eve. 

Introducción

sábado, 19 de mayo de 2012

“Aurora de un atardecer”


Ciudad capital; media tarde. Mes de febrero.

Abres un poco tu boca, y entra oxigeno a tus pulmones. Sabes que estás con vida, y es ‘perfecto’. Llené de oxígeno mis pulmones como si jamás hubiese sentido su sabor, y comencé a volver en sí. Entonces lo recordé, y cual daga ceremonial, sentí atravesar mi corazón y cerebro con recuerdos. No estaba muerta, y no estaba naciendo de nuevo. Vi entre las sabanas a mi lado, eran de color verde, y vaya que esperanza era lo que menos me infundían, eran opacas y frías, carecían de vida y energía, como yo misma en aquella situación.

Traté de levantarme, pues estaba dormida anteriormente sobre mi estomago, por lo que ahora me apoyaba débilmente con mis manos entre sabanas. Un recuerdo fugaz vino a mi mente, con muchísima fuerza, trayendo consigo a un chico de tez blanquecina y rizos seráficos. Bajo automáticamente una lagrima por mi mejilla al recordar un sentimiento de luto. “No… no” me dije a mi misma, comenzando a temblar, lo hacía siempre que me desesperaba o ponía nerviosa. En ese mismo instante estaba no menos que a punto de enloquecer. Mas lagrimas se asomaban a aquella aglomeración de sensaciones, perturbada entonces, di un salto de mi cama, hacia el suelo.

Ya allí, estuve de pie inmóvil por unos segundos, me sentía liviana y todo se veía borroso, estaba en aquel estado al que todos llamaban “mareo”, eso dificultó mis movimientos cuando comencé a deslizarme hasta la puerta y cruzarla, un sacrificio más fue bajar las escaleras, que no eran mis amigas en aquellos segundos, parecieron jugarme una broma, quizás hacerse más resbaladizas, y quizás riendo a carcajadas, me dejaron caer. Creo que faltaban unos insignificantes seis escalones para llegar al suelo, yo los bajé de modo fácil, pasando sobre ellos con mi costado derecho, acabando desplomada en el suelo, no quedé inconsciente ya que mi brazo hizo un buen trabajo al recibir todo el golpe y por inercia irse al suelo antes que mi cabeza. Solo sé que la mitad de mi cuerpo estaba aun entre las escaleras, y desde mi cadera hasta mi cabeza, estaban contra el suelo frío de mi departamento.

Me quedé ahí de nuevo, no tenía la energía para levantarme, las lagrimas me ganaron de nuevo y yo recordé todo para mi desgracia; mi nombre era Evelyn Moore, tenía 18 años, era fotógrafa sin empleo y acababa de recibir la noticia de la muerte de mi madre, quedaba huérfana con cuatro hermanos a los que no veía hacia ya un par de años, y mis depresiones no habían terminado en drogas por que al parecer Dios me había dotado de muy buenos amigos.

Quizás eso explicaba mi ropa negra y lo pálida que me encontraba, despeinada y frágil, me sentía fracturada en mil pedacitos sobre el suelo, cual cristal.  Me incorporé entre varios fallos, resbalando de nuevo y volviéndome a golpear, hasta que logré erguirme, secándome las lagrimas con mi antebrazo. Luego de aspirar más del puro oxigeno, me levanté.

-Sabes que está prohibido- escuché claramente de una voz masculina, que hizo estremecer cada fibra de mi cuerpo, provocando intensos escalofríos que encalambraban más mis piernas. Estaba atónita.

Que desgracia la mía, mis piernas me traicionaron de nuevo, caería al suelo. Me desmayaría, aun a pesar de haber escuchado aquella horrible voz, me tambaleé entonces cayendo de frente, chocando sorpresivamente contra un bulto, tenía un intenso olor a jazmín. Ese bulto era tan nuevo, pero familiar a la vez, era alguien que me abrazó con fuerza, y me sostuvo con rigidez, me abrazaba cual tesoro, su tacto era cálido y su perfume me embriagaba, como adoro el olor a jazmín.

 -Cierra los ojos- cual hilo armonioso, susurro de brisa, polvo de diamante de algún invierno europeo, bañó aquel serafín con su aliento mi mejilla, su suave piel aterrizaba contra mi cabeza, mientras mi agonía no podía ser tan fatídica y exquisita a la vez. Aquel tacto era de seda y tan cálido como el aurora  de un atardecer.

Estaba en una absoluta pose de sumisión ante él, seráfico personaje de voz de miel, que me detenía entre el tiempo y el espacio cual muñeca de cerámica, temía caer, pero más allá de desconfiar, algo me hacía estar absolutamente segura de que él no me dejaría caer. No, no lo haría, por más de ser un desconocido, un sueño bajo mis pensamientos racionales, sabía plenariamente que no me dejaría derrumbarme.

Mis manos se perdían entre la suave tela que cubría su pecho, apreté esta cuando sentí que me levantó del suelo llevándome quien sabe a dónde, lejos de lo que me aturdía, lo que me hería el alma, como lo haría un vidrio contra mi carne, que empuñando diese un golpe a un cristal, atravesase el mismo quedando ahí estática, y se intentase salir de ahí de regreso, cortándose con el tacto.

<<SHIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIISHHHHHHHHH>>

Escuché de pronto un ensordecedor sonido, un pito, como un silbido. Volví en mi de nuevo, despertando de un sueño otra vez, y me encontraba dormida sobre la mesa de mi cocina,  ese era el sonido de mi tetera, que bañó en pocos segundos de un agradable olor a manzanilla mi alrededor. Cuando me erguí en la silla que me encontraba, enmarañada, paseé mis manos por mis mejillas al percibir lágrimas en las mismas. Además percibí unas maletas en el rincón, cerca de la puerta del departamento.

¿Qué lo que sucedió anteriormente… había sido un delirio?

Cuando me levanté de la silla para ir por mi té solté una maldición, negué entonces con mi cabeza con desesperación, había un dolor en mi brazo derecho y caderas.

¡No! ¡Claro que no fue un sueño!

Trailer

sábado, 5 de mayo de 2012
¡Disfruta del trailer! Y está atenta a las fechas, se viene una twitcam para que puedas dialogar con la autora sobre la historia y la fecha de publicación de la introducción, ¡Gracias por estar atenta! ¡Espero tu opinión! <3




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¡Nueva Aurora!

miércoles, 2 de mayo de 2012
Se decía en la antigua Grecia que la diosa Aurora era la diosa del amanecer, y que el rocío de cada mañana eran las lagrimas que soltaba al recordar sus hijos muertos en combate, tomándola a ella como pilar, como fuerza, diría que este no es un nuevo amanecer, si no que las invito, amigas mías, a esta nueva aurora que se transmutará a partir de ahora en este lugar. 

¡Volveremos a soñar con Alien... I Need U Love! ¿Te apuntas a esta nueva aventura? No será en tercera dimensión, pero si intentará inyectarte todas las sensaciones posibles, ¡Ven y acompáñanos! para tí la mejor butaca, por que la mereces, hayas o no hayas escuchado esta historia anteriormente, acompáñame a  recordar quienes somos nosotros mismos, y quien se encuentra en la colina alta de valle normal, el mago de auroras especiales.