Bienvenida

Querida aventurera, si estás aquí es por que has escogido sentarte a oír esta historia, ¿ya has ido al baño? ¡Perfecto! ponte cómoda, amarra tus fantasías, suspira junto al caballero de plata y adentrate, aprenderemos lo que es amar desde antes de nacer, ¿nunca lo habías oído? ¡yo tampoco había oído tal cosa! hasta que Michael me susurró esta historia, y eres el invitado especial esta vez para oír.

Capítulo IV

sábado, 11 de agosto de 2012


Capítulo 04: Estaré ahí. 



No estaba incómoda. Pero tampoco estaba tranquila.

Estaba aturdida en paso fuerte hacia la desesperación. Y ese sujeto estaba sobre mí, divisándome de tal manera que me confundía en sobremanera.  Comienzo a alucinar, me decía, en cuanto él no dejaba de rastrear cada centímetro de mi rostro como reconociendo terreno, y yo no hacía objeción alguna. Fruncí el ceño en cuanto despegó sus finos labios, sus rizos seguían acariciando mi desnudo rostro.

“¿Cómo es que sigues siendo tal cual?”, aquella pregunta… me congeló. La duda carcomía cada rincón oculto tras mis pupilas, y mis manos, a pesar del frío sudaban. Quería preguntarle quien era, por qué razón con él sentía cosas tan extrañas, pero recordé que aquella solo había sido la segunda vez que lo veía, y que era ridículo hacer esa clase de preguntas. ¿Cómo podía sacar tales conclusiones solo por un par de avistamientos? No hablaba de Alien’s que bajaban de un Ovni, hablaba de un ser humano. ¡Y basta de tus tonterías con vidas pasadas! Me dijo otra parte de mi subconsciente, casi derramando un balde de agua fría sobre mi piel que ya titiritaba. 

Parecía divertido con mi rostro, pues cuando salí de mis pensamientos extraños y volví a ponerle atención a su rostro, este entre sus facciones tenía burla. La más vil y descarada burla, entonces parecía que iba a volver a hablar. Pero lo interrumpieron incluso antes de usar alguna cuerda vocal. Un estruendoso sonido, ¿la caída de un árbol?, luego, un gruñido propio de alguna novela de los hermanos Grimm. Se levantó casi como un rayo fugaz, y caminó en dirección al sonido, aún mi cabeza daba vueltas. Y el parecía ser tan rápido como un colibrí.

Traté de erguir mi cuerpo, logré solo sentarme sobre el fango a mí alrededor, y miré como mi ropa se ensuciaba. El recién aparecido soltó un gruñido de ira y adrenalina, giré mi mirada y había lo que al parecer era un enorme lobo,  le dejó caer el árbol caído encima. Había chismas de fuego helado y caliente alrededor. ¿Fuego frío? ¡Imposible!, aquel lobo respiraba con dificultad, hasta que él se fue sobre el tronco y se paró en el. El lobo ya no respiró más. Se bajó del tronco lleno de humus, y pisó el suelo elegantemente, vestía de negro por doquier, quizás debido a ello podría jurar que su piel brillaba como porcelana. Llevaba un pantalón de gabardina de corte masculino negro, con una camiseta del mismo color y una gabardina larga con los botones sueltos. Caminó hasta unos centímetros frente a mí, y recogió algo del suelo. Algo que era de plástico fino y color purpura, era mi carpeta.

La abrió con interés y divisó las fotografías, yo seguía en el suelo confundida. Acababa de actuar heroicamente y… ¿me dejaría enserio tirada en el suelo? Me levanté enojada, sacudiendo el lodo que parecía no saldría a menos de una lavada profunda a mi ropa. En cuanto estuve rendida y con mi nariz al aire viendo hacia el tipo vestido de negro, este seguía mirando las fotografías. Apreté mis labios, su mirada era seria, parecía divagar, ¿Qué les parecían mis fotografías? ¿Por qué sentía miedo de que no gustasen a su par de azabaches brillantes?

-Emm… muchas gracias… supongo- dije luego de aclarar mi garganta, quería llamar la atención para poder tener entre mis manos lo antes posible mis fotografías y largarme de una buena vez.

-Lo siento.- se excuso, cerró la carpeta y me la regresó amablemente  –la curiosidad es terrible a veces, ¿eh?- sonrió

-Quizás- tomé las fotos –Bien, tengo cosas que hacer, así que…- hice un ademan con mi cabeza hacia el ‘camino’ que seguiría. En cuanto iba a enfilarme en él habló;

-No creo que sea buena idea que sigas sola por ahí-

-¿Perdón?- inquirí en cuanto me detuve, volví a mirarlo –Puedo cuidarme sola, gracias de todas maneras-

-¿cuidarte sola?, lo dudo a decir verdad-

Inflé una mejilla infantilmente. ¿Quién se creía que era?

-¿Y qué sugieres entonces? ¿Qué vaya con un desconocido?- dije con una ceja alzada, tratando de demostrarle lo estúpido que se veía a sí mismo, pero volteó fácilmente la situación con una broma ocasional… “mamá dice que no debo ir con extraños”, arqueé la comisura de mis labios sin saberlo, no era gracioso, ¡había logrado coartar la rigidez en la que le hablaba! Pero, no debía mostrárselo, así que amenacé con irme. Endureció su rostro y pareció pensarlo un momento.

-Tienes razón- dijo finalmente –Disculpe, My lady, mi nombre es Michael…- hizo una reverencia perfecta y elegante, y luego levantó su mirada para observarme detenidamente. Sus rizos jugueteaban en sus mejillas por la brisa, muy a pesar de que una liga recogía su cabellera detrás de su nuca. Mechones rebeldes. -¿Y bien?- dijo de un momento a otro -¿me dejarás que te acompañe?-

-No creo que sea buena idea- tartamudeé

-Pero si  ya no soy un desconocido-

-Tampoco alguien de confianza-

Frunció el ceño, con sus ojos me decía que se la estaba poniendo difícil.

-Es injusto- acabó cruzándose de brazos, alcé una ceja

-¿Injusto?- redundé, asintió -¿qué es injusto?-

-No se tu nombre, y yo dije el mío- seguía de brazos cruzados. Reí con ganas.

-¿Y quién me lo asegura?, pudiste mentir.-

Se ofendió.

-¿eres siempre así de desconfiada?- se acercó a mi –y no me vengas con que somos un par de desconocidos, porque no es así, me conoces, Evelyn.-

Abrí mis ojos como platos.

-¿cómo?-

Sonrió.

-¿fuego frío?- dije, y di un paso hacia atrás. Me ponía nerviosa su cercanía. Pareció pensarlo de nuevo, y con un gesto de “¿por qué preguntas cosas como esas?” suavizó su rostro. Suspiró.

-Iremos paso a paso,- dijo y levantó su dedo índice como si le hablase a un pequeño niño -¿sabes lo que es magia?-

Lo miré estupefacta, ¿enserio me estaba preguntando eso? Perdía mi tiempo, di media vuelta, ya no debía hacer nada ahí con un hombre que bien podría ser un secuestrador.

-¿eso significa que no?- dijo a mis espaldas

-No… creo que más bien significa que “no me interesa”-

-Ya no crees en la magia- articulo, con decepción en su voz

¿Decepción en su voz? Me detuve. Si, pueden decirme bipolar, pero solo hasta esos segundos me comportaba tan infantilmente, muy por debajo de mis sensaciones, quería quedarme a averiguar quién era, pero ahí íbamos de nuevo con mis otras voces interiores de sentido común, ¡No tenía nada que averiguar! Estuve el suficiente tiempo como una estatua de mármol detenida en medio del bosque, para dejarlo llegar a paso ligero. Se detuvo frente a mí con una sonrisa, como si hubiese dicho la palabra oculta para hacerme quedar.

-Hay cosas en el mundo que son inexplicables, y tengo ante mí una que si bien no es un objeto, es algo que no puedo explicar fácilmente.- dijo casi en un murmullo

-¿Podrías… expresarte mejor?- no entendía a que se refería, sonrió más y miró hacia sus pies en un gesto tierno que bien pareció vergüenza

-mira hacia abajo- no entendí a que se refirió -¡Mira hacia abajo! ¡Tus pies!- le obedecí confundida, pareció de un momento a otro mala idea, ¿¡Por qué no me había solo ido y ya!? “Porque no sabes a donde ir”, pareció leer mis pensamientos, no obstante, no quise quejarme, mirando hacia mis pies encontré algo más en que preocuparme en sobremanera. Estaba flotando. Literalmente. ¡Mis pies estaban lejos del fijo suelo! ¡Temí caerme! Entonces me acerqué a Michael que reía estrepitosamente, me agarre de su camisa casi suplicando volver al suelo.

-No te vas a caer, nunca dejaría que eso sucediese-

-¡Eres raro!- le dije ignorando lo que aseguraba

-¡Hey! Ofendes mis buenas intenciones-

No supe cómo logró hacerlo, pero acabé en su espalda, y con la suave brisa del atardecer sobre mi rostro, volábamos sobre los pinos más altos entre la colina, y el castillo enigmático de hacía unos días se acercaba hacia nosotros. Llegamos a un balcón de pintura blanca y pálida, me dejó suavemente en el barandal de cemento y se detuvo frente a mí, cuidando de guardar distancia, propia en un caballero.

-¿Quién era?- pregunté enmarañada entre los recuerdos que tenía de aquella tarde, no entendía cómo es que un lobo podía tener tal fuerza

-La envidia- apuntó

-¿Quién eres?- volví a aventurarme, para responderme se preparó con una sonrisa

-Eso lo sabes perfectamente, o eso espero-

Suspiré y viré mi mirada de manera grosera. Eso no era lo que quería escuchar.

-Genial- el sarcasmo era mi amigo –Ahora la envidia me acecha-

-La verdad, no es una broma- parecía ofendido por mis palabras -¡Es algo por demás serio!-

-¿Y ahora vas a regañarme?- volví a mirarlo enojada

-No es engaño, es una afirmación- hablaba de tal manera… hablaba con esa voz tan tranquila. ¡Me molestaba demasiado!

-¡Já! ¡Afirmación!... tú afirmas, rescatas, y encima me acorralas en el suelo como un completo demente-

-La señorita madurez estaba en peligro.-

Apreté mis puños, esa burla había sido la gota que derramaba el vaso. Intenté levantarme de mi actual asiento, pero no contaba con que estaba a una altura… bastante resaltante. Literalmente a más de 70 cm del suelo, así que, me tambaleé en el aire, y como era ya al parecer una costumbre, apareció Michael a mi rescate, tomándome por la cintura mientras yo caía sobre su pecho.

-la que se empeña en siempre caer en mis brazos eres tu- me susurró al oído juguetonamente, mis mejillas se sonrosaron vergonzosamente, infle una de ellas y apreté mis labios

-Por más que me queje… seguirás persiguiéndome, ¿no es así?- pregunté, me dejó delicadamente en el suelo y me miró sonriendo tiernamente

-digamos que solo deberías llevarte bien conmigo a partir de ahora-

Alcé una ceja, ya había desapareció el sol detrás del  horizonte templado que nos rodeaba. Y la luna nos saludaba brillando hermosamente

-Michael, está lista la leche caliente y las galletas- escuché de una voz oscura y al parecer amigable, detrás de Michael, entre las cortinas del ventanal que daba hacia el balcón dónde nos encontrábamos, estaba un sujeto entre la oscuridad y luz mezcladas. Vestía de etiqueta, como si fuese del siglo XVIII, con un pequeño lentecillo en su ojo derecho, que hacía brillar una cadenita dorada hacia su casaca negra. Di un respingo y me alejé de Michael apenada. Este solo rió y volteó a mirar al sujeto, que tenía porte de mayordomo

-Gracias, Thomas, puedes ir a descansar- este al oir las palabras de Michael, hizo una reverencia y se dirigió a la salida del lugar, para esos segundos, ya ambos habíamos entrado y yo me quedé embobada viendo la alfombra, ¡era preciosa!, miré a mi alrededor maravillada, estamos en lo que parecía ser una recámara muy elegante y acogedora. Sus paredes blancas, hacían un hermoso contraste con la alfombra de motivos vitage, y sus colores purpuras y negros. Había un espejo que colgaba dentro de la puerta semi-abierta del enorme ropero que estaba al fondo. Era de madera, y parecía esos que veías en las películas de la época colonial. En una ocasión había visto fotos de la casa de Simón Bolívar en la ciudad de Caracas, y juraba haber visto algo así ahí.

Por otra parte, había una enorme cama a mi lado derecho, con sábanas blancas y millones de cojines, estaba deshecha, Michael bromeó diciendo “que le aburría volverla a ordenar si al dormir se volvería a desordenar”. Negué con mi cabeza riendo, ¡qué ocurrencia! De ambos lados de la cama habían mesitas de noche, con la misma decoración antigua, de madera y detalles plateados en las gavetas. Sobre ellas, lámparas con pantallas purpuras y sencillas.

-linda habitación.- dije aun anonadada -¿es tuya?- la respuesta era obvia, el asintió

-pero no es lo único bonito de este lugar, puedo asegurártelo- me pidió y yo asentí, sin embargo, recordé algo, ¡mis cosas!

-están ahí- señaló con su cabeza, sobre una de las mesas, alcé una ceja confundida al ver mi cartera ahí con mi carpeta. No recordaba haberlo puesto ahí. Volví a mirarlo y di un paso hacia atrás, cambió su sonrisa por un gesto de confusión. No, no podía estar más confundido que yo. ¿Qué hacía eso ahí?

-Yo lo puse ahí por ti en cuanto te diste la vuelta-

Apreté mis labios

-¿cómo es que eres tan veloz?-

Suspiró –no te obligaré a quedarte aquí, si quieres irte, bien puedes hacerlo ahora- abrió la puerta y me dio el suficiente espacio personal como para dejarme ir –si sigues escaleras abajo encontrarás la puerta, puedo acompañarte para que no vayas por ahí en la oscuridad-

Dudé, titubeé como una niñita sin saber elegir entre helado o pastel.

-Pero, si quieres quedarte, solo di el nombre de tu fruta favorita.- sonrió

Lo vi cruzar la puerta y detenerse en el pasillo al parecer, lejos del alcance de mis extrañados ojos. Lo pensé nuevamente, había algo que me había atemorizado, algo me daba miedo, y no era él en cuestión, no sabría como describir lógicamente dicha sensación, por otra parte, mi sentido común se iba poco a poco, ya estaba dentro de la casa, ¿qué podría sucederme? Incluso mis hermanos asistían a ese lugar con mucha frecuencia, el mismísimo Jonathan había dicho que no había peligro alguno.

Bajé mi cabeza, era una lunática.

-Durazno- murmuré

-¿dijiste algo?- se asomó por la puerta juguetonamente

-¡Durazno!- volví a decir, pero no tan fuerte

-¿eh?- burló

-¡Durazno! ¡Durazno! ¡Durazno!- casi grité, estalló en carcajadas y me las contagió antes de huir de mí, que corría detrás de él en búsqueda de venganza. Bajó las escaleras y yo le seguí frenando en la alfombra de la sala, frente a la gran puerta de madera que era la entrada.

-¿izquierda o derecha?- me preguntó, me encogí de hombros dándole a entender que me daba igual, me tomó del brazo luego de decir en voz alta: izquierda. Nos adentramos en los pasillos que tanto me habían confundido la primera vez que entré sin permiso, dijo riendo que eran traviesos esos pasillos, y que podían jugarte bromas, no entendí muy bien a qué se refería y quise preguntar, pero una gran habitación hermosa y rebosante en libros me cerró el pico. Parecía que la biblioteca era más grande que la casa.

-es otro mundo dentro de una habitación- dijo Michael orgulloso mirando hacia los lados maravillado, las repisas eran tan altas que no sabía hacia donde terminaban para dejar techo. En ellas, de madera oscura y barnizada, había millones de libros de todos los tamaños y cubiertas, de colores vivos y otros desgastados.  Era fantástico el número de libros que parecía imposible de contar. Habían además, mesitas distribuidas por doquier, con libros sobre ella y pequeñas sillas. –Me gusta más leer sentado en la alfombra.- finalizó

Salimos de esa habitación, y me llevó a la siguiente, otra enorme habitación-biblioteca

-¿por qué tienes dos bibliotecas aquí?-

-Una es para la lectura del alma, y otra para la lectura de la verdad-

Alcé una ceja, no entendía muy bien.

-Ya irás comprendiendo mis ocurrencias- sonrió volviéndome a tomar de la mano para mostrarme el siguiente lugar. El gran salón, entramos hasta que quedamos justo en medio del lugar, suspiré sintiéndome en medio del salón de algún cuento de hadas, parecía que dentro de segundos, entrarían los bailarines, príncipes, monarcas y demás a dar un gran baile y festín. El piso era de cuados blancos y negros, y los enormes ventanales me dejaban ver el copo de los arboles que danzaban por la brisa nocturna. Además, había un enorme órgano, era tan precioso. Sentí que me atraía cual imán, y me acerqué al mismo con curiosidad, en cuanto llegué al mismo, paseé mis dedos sobre su madera, era sencillamente perfecto.

-sabía que te gustaría- dijo Michael detrás de mí, di un pequeño sobresalto, en cuanto este caminó hacia el órgano y se puso cómodo frente a él, haciéndome un ademan para que me sentara junto a él.

Comenzó a tocar una canción triste, melancólica, pero preciosa. Creí haberla oído en alguna parte, no pude evitar sumergirme en aquellas notas que soltaba del órgano, poco después, su voz me dejó completamente atónita. Parecía el canto de algún querubín, sentía que su voz lloraba como un violín. Sonreí, en cuanto acabó de cantar y tocar, y se quedó ahí, viendo las teclas y sus dedos sobre ellas. Parecía divagar, yo solo me quedé ahí en silencio acompañándole en sus pensamientos.

 



-¿I´ll be there?.- recordé la frase más recurrente de su canción, el me miró al escucharme

-estaré ahí- me dijo en respuesta al mirarme

Sonreí de nuevo, ¿Por qué sentía que aquellas palabras llenaban un hueco en mi alma?

Aun falta la leche y galletas, sonrió.

Tenía razón. 

Capítulo III

viernes, 27 de julio de 2012

Capítulo 03: Y dirías que no existe



No sabría definir si aquello que veía ante mi me había cautivado, o si simple y llanamente tenía problemas para socializar con los demás, la cuestión para mí era tratar de disimularlo, pues el colmo era que mis hermanos tuviesen presentes en esa clase de eventos que parecían ya una clara costumbre desde siempre en mi vida. Suspiré tratando de despegar mis ojos de los de aquel sujeto sin mostrarme nerviosa.

-¿Quién me lo asegura?- fue lo que logré articular, pues aquel nuevo personaje afirmaba con mucho hincapié que no corrían peligro alguno

-Yo mismo, si es de su agrado.- respondió con un tono de voz por más que adecuado,  el no “tutearme” me molestó un poco, no podría pasarse de listo así conmigo

-¿Oh, enserio? Se lo agradezco mucho, pero ya es tarde- tomé de nuevo a Katie de un brazo para dar a entender que pretendía irme

-¡No podemos irnos así porque si!, Mrs. Thomas nos espera para el té, ¡No podemos desperdiciar su té!- gritó Jouliane

-¡No sé quien sea ese Mrs. Thomas y no deseo saberlo, Jouliane!, ¡Nos vamos!-

-No hay necesidad de alzar la voz- masculló de nuevo el sujeto con voz aterciopelada, callándome de inmediato. En cuanto bajé mi mirada noté que lágrimas bajaban de las mejillas de mi hermana menor, otra vez… por mi culpa.

No sabía quién rayos era ese tipo, pero ya comenzaba a crear en mi bastante polémica, me sentía de nuevo acorralada, y no sabía si era por la razón de regresar al pueblo, la muerte de mi madre, o todo lo que últimamente me sucedía. Estaba aturdida y solo quería irme a casa con mis hermanos, pero por un par de segundos creí que los estaba encerrando también, cuando quizás lo que ellos necesitaban era salir de todo, pero, ¿con él? El brincar hacia una nueva vida era buena idea, pero a él apenas le conocía, parecía tan absurdo. ¿Qué hacía ahí? ¿Él debía ser entonces la ayuda?

No, por supuesto que no.

-Muchas gracias por todo, y disculpe la intromisión de mis hermanos… esto no se repetirá nunca- dije viendo a quienes se acercaban a mí con desdén, el sujeto seguía mirándome inexpresivo,  soltó un suspiro y cruzó sus brazos, mirándome fijamente, si, en señal de desaprobación, pero no me importaba.

Por alguna razón ahora estaba hirviendo en enojo.


*


-¿En donde rayos estaban?- preguntó lo evidente Edward en cuanto llegamos a la casa, comía en la cocina, caminando de aquí para allá mientras masticaba preparando alguna cosa que provenía de un sobre.

-Puedes preguntárselo a tus hermanos.- dije sarcásticamente, pasando a su lado yendo al gabinete superior que se encontraba sobre el fregadero,  ahí había dejado mi pastillas para la migraña, iba a venir una fuerte, la sentía raspar mi cráneo.

Peter, Katie y Jouliane solo estaban ahí, parados casi con la cabeza rosando con el mismísimo suelo.

-No entiendo porque se empeñan de quitarnos lo único que nos anima- farfulló groseramente Jouliane

-¡Pues encuentra otras cosas que te animen!- respondí al instante, con voz fuerte

-¡No eres mi mamá!- fue lo último que gritó, y cual meteorito incendiado con miles de reacciones químicas desde su núcleo hasta cada chispa de fuego que expulsa, corrió escaleras arriba derramando tibias lágrimas.

Me quedé inmóvil, Edward pasó a mi lado sin decir nada y acabo de echar en un embase plástico un polvo, olía a suero. Luego Peter y Katie se agacharon del otro lado de la barra de la mesa de la cocina, al notarles recordé algo bastante peculiar, y si del otro lado estaba la razón de ese recuerdo débil, les aseguro que iba a terminar completamente enloquecida.

Ronda estaba sentada, recibiendo el alimento que Edward le daba con entusiasmo, meneando lentamente su cola mientras Katie le acariciaba el lomo, por su parte Pet ayudaba a Ed con lo que podía. Quedé perpleja. ¿Qué no había sido ella quien me había dirigido hacia allá en la colina? Era imposible siquiera imaginarlo al verla en aquel estado, estaba débil, apenas y podía estar sentada, y apenas podía tragar.

-No te sientas como una inútil.- soltó Edward que levó su vista hacia mi –el problema no es que lo seas, el punto está en que ya somos lo suficientemente grandes como para decidir por nosotros mismos lo que podemos hacer-

Guardó silencio y completó con un claro “ley de acción y reacción”.

-¿eh?- dije, volvió a su trabajo arduo con nuestra perra

-Si tengo tacto con los demás, posiblemente lo tendrán conmigo-

Acarició la cabeza de Ronda y esta le devolvió en cariño con un intento de lamer su mano, meneando cansadamente su cola. Esa creo que fue una manera sutil de decir que posiblemente no me necesitaban, en aquella posición pensaba si era yo la dependiente a ellos, o si eran ellos lo dependientes a mí. Subí las escaleras pensando en ir a hablar con Jouliane, sin embargo cuando en el pasillo me detuve frente a su puerta desistí. Era una cobarde, y quizás solo ocasionaría que se enojase más. Esperaría a que ella intentase acercarse, confiaba en ella, y la verdad no estaba enojada, mi enojo era más sobre mí misma, que siempre me regocijaba diciendo o creyéndome la más madura de todas, y ya para aquellos segundos dudaba hasta de mi misma.

Seguí de largo hasta que llegué a mi habitación, y junto a la cama me dejé caer sobre el suelo de madera. Como me hacía falta el “golpe de gracia” que siempre me daba mi madre en aquellas ocasiones, ella tenía una precisión para darle la vuelta a cualquier problema que a veces me daba miedo, podía hacer que un desastre nuclear se viese como una pequeña hebra de azúcar que podía esconder bajo la alfombra.

Abracé mis piernas hacia mí con la cabeza caída hacia un costado. Mi madre era tan espectacularmente frágil, que parecía difuminarse entre recuerdos cual tiza de color blanco, y temía soplar muy fuerte, pues sentía que su rostro desaparecería de mis pensamientos. ¿Podía yo olvidarla?, su rostro que jamás volví y volveré a ver. Ella tenía la habilidad de darme más seguridad, tengo ese bendito problema que nunca supe como sustentar, es como si sintiese tras mi espalda un  peso bastante grande, por un instante pensé en que quizás era obvio lo que había sucedido en valle normal, por un instante sentí estar “acostumbrada” a la distancia de mi madre y yo en aquellos momentos.

-vidas pasadas- susurré. ¿Lo ven? Comenzaba a enloquecer.

-¡Hey!... hey…- trataba de sacarme de mis pensamientos negativos

-¿crees que sea buena idea?- pregunté nerviosa al acabar, se que podía ir, pero de todos modos era un cambio radical, mi madre me miró fijamente

-Pero… ¿Qué pregunta es esa?-me dijo con tono de regaño al momento en que alzaba una ceja

-¿Cómo que qué pregunta es?- inquirí enojada, inflando una mejilla –¡¡es un lugar totalmente diferente!!- 

-¿Y eso qué?  No le veo el problema- me dijo mirándome fijamente, encogiéndose en hombros exageradamente

-¡No entiendes!- malcrié entre berrinches

-La que no entiende es usted señorita- me apuntó amenazadoramente con su dedo-si ha ganado el merito de ir allí es porque tiene potencial ¡Utilícelo!... o se verá en serios problemas conmigo- me miró con su típica mirada, con aquella con la cual me pedía crecer, hacerme grande como persona, cumplir mis sueños.

Luego sonrió, aquello quizás es lo que más extrañaba, ella era tan hermosa, desde aquellos cabellos caobas que siempre tenía entrelazados en una pequeña trenza, hasta el combinar de su piel de melocotón como la de Jouliane, con sus ojos de chocolate, que siempre brillaban con gran intensidad cuando sonreían junto a sus labios.


<<Recuerda, que los obstáculos son imaginarios>>


Sonreí con nostalgia, aquella fue la última tarde en que vi a mi madre con vida, luego, solo llegué a Valle Normal para no verla jamás, ni siquiera en el entierro estuve, ¿Qué clase de hija era yo?, ni siquiera podía tomar bien el papel de hermana mayor.  Como extrañaba sus abrazos, como extrañaba sus pellizcos, como extrañaba la simple y típica idea de que estaba esperándome en casa, aunque yo odiase mi pueblo natal con cada pedacito de mi alma.

Regresaba solo por ella, regresaba solo por mis hermanos. Regresaba porque al fin y al cabo, mis desagravios en la escuela quizás no tenían nada que ver con los demás.
La puerta rechinó, viré hacia su dirección preocupada, asustada, pues ese día se habían dado a la tarea de intentarme volver loca, sin embargo, no había nada de que temer, solo era Jouliane, que asomaba su cabeza con cautela por la pequeña abertura que había hecho al abrir la puerta.

-¿Sucede algo?- me preguntó, parecía preocupada

-¿a qué te refieres?- dije volteándome hacia ella

-Te estuve tocando la puerta, pero no me ponías atención… así que…- advertí como lagrimas cristalinas bajaban por sus mejillas, Jouliane siempre había sido muy respetuosa, recta en todo momento y sería incapaz de levantarle la voz a cualquiera. Sabía que algo le sucedía y tenía sus razones, no debía juzgarla ni mucho menos.

-¡Hey! Solo estaba pensando, últimamente me distraigo mucho- reí, y me acerqué a ella para abrazarla, -tienes mucho que decir, ¿no es así?- la invité a entrar y accedió un poco temerosa.  Las siguientes horas conversamos muchísimo, supe cada detalle de esos 3 años que me perdí de mi hogar, supe desde cuantas veces vacunaron a Ronda hasta cuantas novias tuvo Jonathan. No podía evitar sonreír, porque muy por lo bajo, Jouliane y su luz me recordaba a mi madre y a Olga, la única persona que me brindó apoyo en la ciudad capital.

Al día siguiente la mañana fue igual, y al siguiente también, pronto había llegado el miércoles y los chicos parecían estar pensando mucho en el incidente del castillo, esa mañana hablaban de cada rincón del lugar, yo entendía esa clase de ‘mensajes subliminales’, ¡claro que sí! Yo se los había enseñado, de esa manera pretendíamos salirnos con la nuestra cuando le pedíamos algo a mamá.

-¿Qué sucederá con Mike?- susurró entre su dulce voz Katie, sonriendo aterciopeladamente como solo ella y toda su ternura agridulce lo sabe hacer.

-¿a qué te refieres?- le dije, aun a sabiendas de que podría referirse a cierto castillo con cierta persona que no conocía bien, pero que según las risas de la noche anterior de Jonathan a cerca del tema de ir allí podría cuestionar el no confiar. Suspiré ante la cara tierna y cuidadosa que los chicos me pusieron, reflexionando en qué hacer.

-una hora y media- dije apostando

-¡Tres horas!- tanteó Peter al instante

-¡Dos horas y es mi última oferta!-

Sonrieron a más no poder, y tomaron sus cosas, salieron corriendo a su escuela luego de despedirse de Ronda, que estaba mucho mejor, y los veía irse con su cabeza torcida hacia un lado.

-¡Recuerden mantenerme al tanto!-


Corrieron por demás felices de su permiso y yo al verlos así tan plenos me resigné rápidamente, debía encontrar una escusa para la tía Ruth. De seguro encontraría un problema para dichas visitas al mítico castillo si se entera, y créanme que da mucho miedo, puede enterarse de casi cualquier cosa, a pesar de los kilómetros que la separaban.  Lista con todas las labores que me tocaban ese día, me di una ducha para arreglarme para la ‘cita de trabajo’ que tendría ese día, era miércoles.

No sabía qué clase de ropa debía llevar, así que opte por algo sencillo, una blusa color ceniza de tirantes, y encima una camisa manga larga color negro. Siempre odié los blue jeans, así que opté por un pantalón de gabardina de corte femenino y un par de zapatillas bajitas de color negro. Estaba lista en cuanto dejé mi cabello suelto, un poco de sobra negra y labial color vinotinto. Apreté la carpeta de fotografías que tenía y salí de casa luego de que me coloqué mi bolso en el hombro, era un ‘bandolero’, con ese nombre me lo vendió la mujer en el mercado de Mérida hacían años.

Llegué a la ciudad en cuestión de unos 15 minutos, estaba todo tan distinto a cuando yo era pequeña, antes era más desértico, ese cambio lo vi haciéndose realidad desde que había cumplido 7 u 8 años, un grupo de comerciantes y músicos llegaron de otro lugar, creo que eran algunos europeos y otros venían de otras partes de Latinoamérica. Entre ellos habían unos que mas resaltaban, eran el murmullo de todos, el apellido de aquella familia era “Jackson” se decían que vivían en el castillo que los chicos se empeñaban en visitar. Habían muchas leyendas a cerca de ese lugar, recuerdo claramente que todos los chiquitos siempre temían de acercarse ahí o a las zonas boscosas adyacentes. Yo siempre pensé que lo más peligroso de ahí era que un lobo o zorro podía atacarte.

-Buenos días- dije cuando encontré el edificio que me habían indicado en la dirección, el enorme vigilante asintió con su cabeza, era un hombre de tez morena con rasgos amigables, asintió solamente pues bebía un sorbo de café. Sonreí y sin detenerme a esperar su respuesta entré de inmediato.

 Llegué al segundo piso mirando hacia ambos lados en el pasillo. A la final del mismo a mano derecha había un pequeño escritorio, frente a una elegante puerta de cristal pulido que parecía un mosaico de colores neutros. Había un nombre en dorado escrito en un recuadro negro que estaba en el cristal Janet’s Photographic’s, creo que leí. “bien, es extraño que no esté el nombre de la dueña de la oficina” pensé “imagino que su nombre es Janet.”

-Buenos días, tengo una cita con la señorita…- señalé la puerta y dudé en decir su nombre -¿Janet?-
La recepcionista despegó sus ojos de la pantalla de su computador, tecleaba elegantemente al momento en que un pequeño micrófono adornaba su mejilla. Tapó el mismo, en cuanto alzó su cabeza regalándome una sonrisa. Hablaba por teléfono y la había interrumpido.

-Evelyn, ¿no es así?- dijo, asentí, y ella soltó su mano del micrófono –la información a cerca de la publicidad de mercadeo de su empresa se la enviaré por correo en unos minutos, ahí podrá contemplar un pequeño presupuesto- colgó la llamada y se acercó a una libretilla que tenía entre los papeles y miles de utensilios de oficina a su alrededor, sacó un lapicero y con un sagaz y ágil golpe en la mesa logró hacerle sacar la plumilla para escribir. –Estas a tiempo- dijo hablándome a mi –la señorita hace unos minutos que te espera, toma- me acercó un formulario y señaló la puerta de mosaicos agonizantes –puede que tengas el trabajo, resulta difícil conseguirlo, pero creo que tus fotografías son buenas- me guiñó un ojo

-¿f-fotografías?- dije, y miré mi carpeta. Si recapitulaba, Jonathan las había tomado el día anterior por la mañana y me las había devuelto por la noche, no sabía por qué las tenía, es más, si no me hubiese dicho que las tenía quizás las hubiese dado por perdidas sin causa. La chica asintió ante mi confusión, me volteé hacia la puerta de cristal segura de que mi lindo primito había de seguro pasado por ahí mostrando las fotografías. ¡Qué aberración!

Entré temerosa e insegura a la oficina que era bastante extensa, seguía en el interior con colores neutros y una decoración por demás fría y elegante, no obstante, para mi sorpresa había una foto enmarcada de una familia cubierta de pastel, no pude detallar la foto ya que la señorita interrumpió mis pensamientos despegando su atención de su laptop.

-Prima de Jonathan, ¿no?- masculló con voz pedante –necesitarás más que eso para entrar aquí.-

Me acerqué a ella y alcé una ceja confundida.

-Pretendo solo ejercer, no andar mendigando de que familia soy- inquirí, apretaba mis manos hacia la carpeta que tenía, ella desvió sus enormes y hermosos ojos hacia mis manos, ahora que la divisaba bien, me recordaba a alguien.

-Muy bien, llenarás tu formulario al responderme lo siguiente- dijo levantándose de su escritorio -¿Cuál sería para ti el principal principio de la fotografía?

Ya tenía el ceño bastante fruncido, así que mi impresión no se notó bastante. Lo pensé bien por unos segundos,  ella me extendió la mano pidiéndome mi carpeta de fotografías y se las extendí.

-No todo es lo que parece- dije al cabo de un tiempo

Ella que miraba las fotos seria sonrió medianamente.

-necesito que me traigas 20 fotografías dentro de 3 semanas, tienes ese tiempo para analizar bien lo que quieres y lo que no, si me agradan las fotografías tienes el trabajo, si no, se irán a la base de datos y las usaré pagándote una pequeña suma.-

-¿así sin más?-dije, me miró con una expresión de ¿y qué más quieres? -¿en qué me debo inspirar?- pregunté ante su expresión

-No lo sé, solo intenta que sean fotos de la ciudad, está a su criterio-


Entregué el  formulario y salí casi corriendo del lugar. ¿20 fotografías en tres semanas?, vaya lío en el que me había metido, pensaba detalladamente en las palabritas que descargaría en Jonathan la próxima vez que lo viese. ¿Cianuro? Podría utilizarlo en su chocolate antes de dormir. Caminaba sin rumbo evidente casi sin poner atención hacia donde iba, hasta que me di cuenta que casi mágicamente llegaba hacia el lugar que había recordado hacía unas horas.

-plaza municipal…- me dije –bosque “encantado”- caminé directamente hacia la geografía boscosa que estaba en line recta frente a mis ojos. Verde por doquier, con humedad, sentía que la temperatura bajo los árboles era cada vez más baja. Podía dibujar figuras con el humo blanco que soltaba mi aliento. Miraba todo detalladamente, incluso como mis pies se llenaban de lodo y humus.


*



-¿Te agradan?- susurró el de rizos en canto dejaba caer varias piezas antiguas y de madera en las manos del sonriente Peter. Este asintió con vigor.

-¡Es el ajedrez más hermoso que es visto en mi vida!- dijo encantado

-¡Me debes una partida!- dijo el de rizos y piel de cerámica, Peter volvió a asentir

-¿Para qué Michael? De seguro le ganarás, ¡no gana partida alguna desde que Mrs Thomas jugó con él!- dijo Jouliane que estaba recostada en un enorme sofá junto a libros y a Katie que veía los dibujos que le mostraba Jou desde un libro de historias.

Peter intentó fulminarle con la mirada, Michael rió a carcajadas por tal escena.

-Eres muy bueno jugando al  ajedrez, solo debes aprender a no precipitarte demasiado, estoy seguro que es lo que Mrs Thomas te repite a todas horas-

-eso lo sé, pero no es my fácil- le respondió Peter al aliento que intentaba darle Michael

Este último de pronto guardó silencio, y ante las miradas confundidas de sus visitantes se acercó a un ventanal viendo hacia el bosque que rodeaba su castillo. Miraba a través del cristal mientras con sus manos había hecho a un lado las viejas cortinas.

-¿sucede algo?- cuestionaron a coro los chicos

-regresen a casa lo antes posible, por favor, mañana les explicaré con más detalle-


*


Todo para mí era hermoso, incluso el hecho de que si me quedaba quieta en un solo lugar podría morir congelada, se hacía tan excitante estar ahí, no se escuchaba nada, y si veía hacia atrás ya había perdido el paisaje borroso de la ciudad. ¿Había caminado mucho o esa era la razón por la que decían que el bosque estaba encantado? Sonreí a mis adentros comenzando a marchar de nuevo.  Si recordaba bien el camino, caminando a unos metros más en línea recta, encontraría un gran árbol que había estado ahí desde hacía años, si doblaba a la derecha en ese lugar, llegaría mediante un atajo a mi casa. Eso haría, pero pareció mala idea desde el principio entrar al bosque.

Sentí pasos detrás de mí, justo cuando los pasos fueron más fuertes me detuve tratando de localizar de donde provenían, alcé una ceja sintiéndolos de muchos lados, miré hacia arriba en un acto de desesperación, se movían las ramas sin viento, y sentía gruñidos. Temblé sin saber a dónde correr. ¡Sólo debía seguir derecho!, en línea recta, y en canto emprendí mi huída corriendo, me sentí completamente perdida. Había olvidado si esa era la verdadera dirección, ¿no había yo doblado hacia la izquierda o derecha ya? Sentía como si alguien entraba en mis pensamientos y revolvía todo con morbo y descaro. Ahora solo quería correr para alejarme de lo que me acechaba.

Comencé a correr rasguñándome seguidamente con las ramas retorcidas de los arboles a mi alrededor, confundida por toda la vegetación que me rodeaba, por un segundo no se oyó más nada y me detuve en seco al darme cuenta que el camino había terminado. Me tomé de un árbol cuando vi como un tajo de barro rebotaba desde mi ropa hacia unas hojas frente a mí, y veía como se deslizaba entre las mismas demostrándome que si hubiese continuado corriendo había acabado muerta en la enorme depresión frente a mí. Mis brazos se resbalaban del árbol, sentía que caería en cualquier momento.

Rayos.

Un golpe seco sobre mí, me hicieron hacia atrás chocándome contra el suelo. Sentía el frío en mi espalda, pero al mismo tiempo sentía una cálida temperatura humana sobre mi pecho, había apretado mis ojos ante el miedo, comencé a suavizar el cierre de mis pupilas al pasar los segundos, un cosquilleo se paseó por mis mejillas y aspiré un intenso olor a jazmín. Abrí un ojo sin entender que era lo que sucedía.

Alguien estaba literalmente tumbado sobre mí.

Y  me encontré ahí con quien sería el responsable de mis futuras rabietas de niña pequeña y confusiones de anciana inmadura. Sus rizos hacían cosquillas en mis mejillas, y sus ojos se paseaban por mi rostro entero, advertí  un calor en mis mejillas que de seguro se convirtió en un tierno color carmín. En momento dado se detuvo frente a frente contra mis ojos y sonrió.

-¿cómo es que sigues siendo tal cual?- murmuró




Capítulo II

domingo, 24 de junio de 2012

Capítulo 02: Mis problemas de acción y reacción



Lunes… lunes. Me repetí no sé cuantas veces cuando me levanté de mi cama, la noche no había sido mi amiga, existía por su culpa un gran porcentaje de probabilidad de que mis ojeras llegaban al suelo. Bien, eso fue un punto a mi favor quizás cuando ya debía levantarme, la pereza no fue un obstáculo cuando el reloj sonó a las cinco y cuarto de la mañana. Me levanté de mi cama estirando mis brazos, bajando en pijamas hacia la cocina.

Luego de llegar al final de la escalera en silencio para no perturbar el sueño de los chicos, me deslicé por el pasillo para llegar a la cocina, casi recostándome de la pared, buscaba el interruptor de la luz. Había olvidado donde estaba y comenzaba a ser una molestia, finalmente lo encontré cerca de la puerta de la cocina, al encender la luz fui directo a la nevera.

-¿Desde cuándo madrugas?- escuché de pronto detrás de mí, di un respingo y casi dejo caer la tetera en la que pretendía hacer café. Volteé exaltada.

-¡Edward!- solté descubriéndolo en la cocina, con su pijama y unos guantes blancos en sus manos. -¿qué… que haces aquí tan temprano?- añadí confundida. Volviendo a mi labor, el intento de montar a la estufa un poco de café.

-esa es la pregunta que me gustaría hacerte- dijo a modo de burla, él sabía más que nadie que el madrugar no se me daba en lo absoluto

-¿Por qué llevas guantes?- pregunté ofendida

-Deberías volver a la tierra Eve, olvidas hasta a tus mascotas…- dijo dándose la vuelta para agacharse, detrás de la media pared que servía de modo de mesón, cuando habló de mascotas alcé una ceja reflexionando, llevaba allí 24 horas y no la había visto. Sentí una aguja en mis parpados, y un nudo en la garganta. ¿Cómo podía ser tan egoísta y olvidarle?

-Ronda…- murmuré, dejando la tetera en la estufa y yendo hacia donde se encontraba  Edward, agachándome a su lado, viendo a una perra de color marrón y de raza (o mezcla, no lo sé) Chow-chow recostada sobre un trozo de sábana en el suelo, Edward terminaba de inyectarle no se que en su lomo, y acariciaba su cuello para mantenerla tranquila, respiraba de manera atípica, estaba enferma.

-¿Qué le sucede?- le pregunté

-desde que mamá murió ha estado así, también enfermo, no sé exactamente que tiene, pero creo que con estas inyecciones podré hacer algo- masculló él, llevando a una bolsa plástica las inyecciones y sus guantes desechables.

-¿ha comido?- dije preocupada, negó con su cabeza

-pero últimamente si ha tenido apetito, lo único que ha logrado por sí misma es beber agua, le estoy inyectando vitaminas y antibióticos, los analgésicos se los doy si se queja del dolor, por lo menos lleva 48 horas sin quejarse de ello. Eso me dice mucho, ahora solo tiene que descansar-

-¿crees que se recupere?-

-Se lo prometí a Katie- se limitó a responder, y después de desechar la bolsa plástica y los residuos de lo que estaba haciendo cruzó la cocina –me iré a bañar, entro temprano hoy- subió las escaleras.

-Okay…- dije, y miré a ronda por unos minutos, se veía tan frágil, me observaba, aunque con debilidad, con un dejo de alegría en el brillo de sus ojos, sonreí pues sentí que me había reconocido, apenas movía su cola de palmera al parecer emocionada.

-te cuidaré, no te preocupes- le susurré tocando su cabeza,  me quedé con ella ahí por unos minutos, hasta que me levanté y me lavé las manos. Debía hacerles el desayuno a los chicos y quitar la tetera que hacía rato que había acabado con el café.

Al cabo de unos 40 minutos ya había terminado, estaba puesta la mesa, así que subí a levantar a las chicas, Pet se levantó también y Jonathan salía del baño ya bañado, <<vaya>>, me dije a mi misma <<al parecer mis únicos dolores de cabeza futuros serán el que Katie se levante a tiempo>>.

-¿llevaremos almuerzo?- dijo Pet cuando bajo, fue el primero, yo asentí alcanzándole los almuerzos y el los guardó en sus respectivos lugares.

-que buen hermano- dije sarcásticamente, convencida de que quizás era un truco tanta amabilidad

-prefiero ayudarles a escuchar los gritos de Jouliane sobre caballerosidad y esas cosas, enserio molesta- se quejó

-Jaja, ya, ven a desayunar- le señalé la mesa en las que estaban unos panqueques con miel que hice y un poco de chocolate caliente. Luego de que nos sentásemos apareció Jonathan  y se sentó también.

-Bien Eve, parece que el vivir sola mejoró tu cocina- burló bebiendo su chocolate caliente, lo fulminé con la mirada mientras apreciaba su risa sarcástica de oreja a oreja

-Cuidado Josh, sé que hay cianuro cerca- sonreí sarcásticamente también, mordió el panqueque

-Vale niña, toma- dejó un papelito sobre la mesa, y continuó con su desayuno, en ese instante bajó Edward, que se sentó en la mesa también. Como era de adivinar, no dijo nada sobre el desayuno, pero estaba tan perplejo como Jonathan, les impresionaba mi fantástico desayuno. Esa era la familia que tenía, amigas y amigos.

-¿qué debo hacer con este número de teléfono?- pregunté viendo hacia las escaleras, aun faltaban por bajar Jouliane y Katie.

-ponerlos en el teclado del teléfono de la casa y esperar que atiendan del otro lado- dijo Jonathan, y se desplomó en carcajadas, junto a Edward y Peter.

-Oh, ya veo, no me digas- dije con sarcasmo, casi mostrando una vena de enojo en mi sien, tomé mi chocolate y lo bebí con enojo, las bromas de Josh seguían siendo como las de siempre. Pesadísimas.

-Bien, ya, a ponerse serios.- pararon de reír como si estuviesen de acuerdo – ese es el número de un laboratorio y publicidad especialista en fotografía que está en la ciudad, es el único de por aquí, pero es uno de los mejores de la ciudad de Mérida, es una sucursal de la ciudad capital. Hablé con la gerente que es una conocida mía y dijo que la llamases cuando llegaras, creo que para acordar una cita…- continuó con su desayuno, miré perpleja el papelito. Era trabajo, si, pero trabajo como fotógrafa.

-¿Cómo voy a pagarte esto?- susurré aun viendo el trozo de papel que estaba en mis manos. Él terminó su desayuno y sonrió luego de acabar también su chocolate.

-haciéndome los siguientes desayunos sin cianuro- rió, dejó los platos en los que comió en el fregadero y yéndose por la puerta de la cocina se despidió. Segundos después Edward lo siguió, tomó sus cosas y se fue con Jonathan, este estudiaba en la pequeña facultad de medicina que se encontraba en Valle Normal, estaba cerca del trabajo de Josh, que era de encargado de una tienda de antigüedades que antiguamente era de su padre.   

Al verme ahí con el papel aun en mis manos viré a ver a Peter, que ya estaba listo y bebía su tercera taza de chocolate caliente

-¡Sigues adorando el chocolate!- reí levantándome de la mesa, yendo hacia las escaleras y mirando hacia arriba -¡Katie! ¡Jouliane! Solo tienen 30 minutos, ¿qué tanto hacen?-

-Te aseguro que es el cabello de Katie- dijo Peter

Segundos después varios alaridos y pelea entre chicas me corroboraron lo que Peter me había asegurado con tanto hincapié. Peleaban por que Katie seguía luchando con su cabello y las manos de Jouliane.  Con bastante dificultad bajaron las escaleras, Jouliane no podría estar más decidida a domar los dorados cabellos de Katie, pero el principal problema no eras las hebras de oro, eran en cuestión las traviesas manos de la pequeña malcriada.

-¿desayunaran?- pregunté en cuanto acabaron, Katie poco le faltaba para soltar lagrimas de enojo, siempre había odiado recoger su cabello, pero debía aprender a peinarlo si no quería terminar como yo, con cabellos y sentimientos enmarañados.

-No nos da tiempo- dijo Jouliane viendo el desayuno en la mesa con dolor por lo que decía

-¡Muero de hambre!- dijo Katie ignorándola y sentándose a la mesa, entusiasmada con todo, sonreí y tomé el hombro de Jouliane, que suspiró y se sentó también

-no les llevará más de 10 minutos, además, no pueden irse con la panza vacía.-

Fue rápido, pensé que eso era lo que mamá siempre vió desde que yo había nacido, comían, se vestían y se iban pronto, la casa quedaba con un silencio sepulcral que quizás solo le gustaría a un alma solitaria que escribiese con el corazón. Estiré mis manos al verme sola luego de divisarlos por la ventana hasta desaparecer en la carretera, iban riendo y despreocupados, lo último que deseaba en la vida es que entristeciesen de nuevo. Mi madre pudo haber ocasionado el derramar de muchas lagrimas de sus ojos, y no por gusto claro, pero me había dado el propósito de hacerlos felices y darles lo que necesitaban, y para ello necesitaba un trabajo, ¿no es así?, giré mi mirada a la mesa que debía levantar y al número de teléfono que yacía en un papelito.


*


-Publicidad JanET, ¿en qué puedo servirle?- escuché del otro lado en cuanto marqué el número, mis nervios me envistieron, pero lo controlé lo más que pude. No deseaba tener una voz eufórica.

-Hola, buenos días, soy Evelyn Moore, mi primo Jonathan me dijo que los llamase sobre un trabajo, no se si debía hablar contigo directamente así que…- me interrumpieron de inmediato del otro lado

-¡Oh! No te preocupes, esperame un momento y te comunicaré con la dueña, es con ella ese asuntillo, espera…-

El sonidito típico de espera por teléfono, era horrible.

-¿Si?- dijeron con desdén del otro lado

-Emmm yo…- susurré sin saber muy bien que decir

-eres la prima de Jonathan, ¿no?, te espero el miércoles aquí a primera hora con tus fotografías- y colgó.

Bien, había quedado completamente impactada, pero esa parecía ser una cita de trabajo, ¿no es así? Anoté en un pequeño papelito el día y la hora y recordé que debía preguntarle a Jonathan donde quedaba ese laboratorio fotográfico. 


*


Me acerqué nuevamente a Ronda, que aun estaba recostada, sin embargo, parecía un poco más tranquila, ya que dormía más placenteramente y con un ritmo en su respiración mejor, acaricié su lomo con cariño y proseguí a comenzar las labores hogareñas que tendría a partir de ese día.  Luego de todo eso, organicé mis cosas en mi habitación, que la sentía tan fría y solitaria… colgué entonces unos posters de mis bandas favoritas, además de que saqué unas cuantas fotografías y pinturas que me encantaban, las clavé en la pared y organicé además mi ropa en el closet.  Fue lo suficientemente trabajoso como para pasar la mañana entera en dicha labor.

En cuanto noté la hora, un poco más de las 11:00 en punto de la mañana, bajé las escaleras a hacer el almuerzo, le di otra mirada a mi mascota que seguía igual y saqué los ingredientes a la mesa de la cocina. Estaba concentrada, no pensando en nada para no enmarañarme, entonces sentí un golpe en el techo. Miré hacia allí alzando una ceja, era como si alguien hubiese dado un salto en la planta del segundo piso.
Lo ignoré terminando de poner todo en su lugar, lo último sería terminar de hornear unos panecillos con ajo y queso que debía dejar durante 10 minutos en el horno, cuando los hube colocado volví a sentir el vendido golpe fuerte.

<<Un ladron>> me dije a mi misma llena de escalofríos, tomé la escoba como si fuese la mejor arma del planeta y me dirigí a las escaleras, subiéndolas con cuidado para no procurar ningún sonido que pudiese delatarme. En cuanto llegué  al pasillo, caminé inspeccionando las habitaciones, llegando hacia cada puerta y abriéndola con lentitud. Me quedé entonces, cuando vi las habitaciones de todos los chicos, en el fondo, justo en frente de la habitación de Jonathan, dándole la espalda al pasillo. <<Ahí se encuentra sin duda el canalla>> pensé empuñando con más fuerza la madera de la escoba y con la mano sobrante tocando la manilla de a puerta.

Más pisadas, alguien corrió escaleras abajo.

Volteé completamente asustada, y corrí también escaleras abajo viendo hacia ambos lados del pasillo consternada, <<Cocina>> pensaba << ¿Y si ha entrado a la cocina?>> me quedé muda mirando hacia allí, temblando por la adrenalina y el miedo mezclados, sintiéndome insegura y   expuesta totalmente. Era esa clara impresión de que algo mayor y verdaderamente malvado me acechaba con morbo y bastante insistencia, como divirtiéndose muy en el fondo. Esas intuiciones tan extrañas que despiertan en cualquiera cuando está seguro de que es seguido, acechado, el objetivo de mucha maldad.

Alguien me observaba a mi espalda. Por un segundo recordé ese sentimiento de miedo, ese que soñé aquella mañana en mi apartamento de ciudad capital. Un sentimiento de culpa alienado con uno de miedo y desesperación, me observaban con malas intenciones. Olía a sangre seca, muy de pronto, y solté la escoba por culpa de mis temblores. Tenía mucho miedo.

Diiiin

Solté un chillido antes de llevarme con velocidad ambas manos a mi boca dando media vuelta, no había nada. Ese era el sonidito de la campanada del horno eléctrico de la casa. Y esa era yo ahí, sudando y temblando como una completa lunática ante la nada. No había nada detrás de mí, nunca lo hubo.
Llegué hacia la cocina aun mirando hacia los lados como si alguien hubiese estado ahí. Saqué los panecillos y los coloqué sobre la mesa. Suspiré viendo la hora. 1: 00 p.m. y mis hermanos no llegaban, tenían una hora de retraso.

Mi preocupación era doble, su mitad se reflejaba en mis hermanos y la otra en mi salud mental. ¿Qué debería hacer en aquella situación? ¿Debía irles a buscar en su escuela? Existía la pequeña posibilidad de que se hubiesen entretenido en los parques que estaban en el camino. Caminé hacia el pasillo viendo hacia la puerta que permanecía cerrada, y paso de nuevo. Otro estruendoso sonido, sin embargo esta vez sí supe que era,  era el fuerte ladrido que jamás creí volver a oír tan pronto, y como un rayo fugaz, pasó a mi lado corriendo Ronda hacia la puerta, al ver que estaba cerrada se regresó pasando junto a mí de nuevo que estaba perpleja, y salió por la puerta de atrás, la de la cocina.

Reaccioné corriendo tras ella, dejando todo cerrado. Corrí con dificultad entre malezas y ramas retorcidas, pues iba directo a la colina que se encontraba a unos metros de donde vivía. El ambiente estaba abundante en moho y humedad, el suelo se veía completamente verde y cubierto de lodo, al igual que los troncos de los arboles. Corrimos entre encrucijadas extrañas y olorosas a humedad hasta que legamos frente a un enorme castillo.

Un castillo en medio de la nada, y custodiado por garitas y enormes rejas frente a mis ojos. Parecía uno de esos castillos de los cuentos de hadas en los que dejan confinadas a las princesas. Colosales y gruesas rejas de metal corroído y de color negro que dejaba a relucir en varios segmentos óxido por la humedad, eran arropadas por varias ramas de las enredaderas que se encargaban de darle un toque verdoso.

La curiosidad que parecía sellada en mi alma por mucho tiempo despertó en una ocasión creo poco conveniente, y aumentó al ver a mi perra ahí dentro, sin un lugar evidente por donde entrar, las garitas estaban selladas, igual que las enormes rejas que no te permitían ni siquiera escabullirte entre sus barrotes. Interesada en saber lo que sucedía, escalé entre las enredaderas hacia el muro, y de ahí, salté hacia abajo. Siempre diré que fue una mala idea, me golpeé mi trasero fuertemente y llené mis ropajes de fango. Traté de limpiarlo mientras me levantaba.

Cuando me restablecí me di cuenta que había perdido el rastro de Ronda, por lo que caminé más cerca de la entrada del lugar, que poseía unas enormes puertas de madera pesada y barnizada hacia unos siglos. Puse mi mano derecha intentando empujar, era imposible debido al peso tan grande que tenían. No fue un problema, ya que sin más ni más, se abrieron de par en par, dándome paso a un enorme recibidor con alfombras rojas y escaleras frente a mí.

El día estaba nublado, por ello, solo pequeños hilos de luz se abrían paso entre los vidrios de los ventanales y algunas cortinas con decoraciones barrocas. Los rodapié eran el descanso de muchas mesas arrinconadas con libros, y los cuadros de personas que desconocía  junto a armaduras abundantes en telarañas eran casi un ejército contra mi desfilando en las paredes. El piso hacía un hermoso y peculiar contraste con el lugar, que hacía que te imaginases un tablero de ajedrez por sus baldosas cuadradas, negras y blancas.

Pronto,  me encontré con un par de pasillos, uno perfectamente iluminado y otro completamente oscuro, yo, ni lenta ni perezosa me encaminé por el que poseía una hermosa luminaria proveniente de una lámpara de cristal colgando en el centro, pero cuando iba casi debajo de ella, esta cayó al suelo, rodando sus trozos de cristal por doquier, casi diciéndome ‘hey! Por aquí no vayas’, y si bien no lo dijo, si entendí en mensaje, yéndome por el pasillo oscuro. Lo crucé atenta a las paredes y al techo que casi no veía por la oscuridad, y sentí un flameante sonido. Antorchas se encendían en el camino, e iluminaban un cartel de madera que decía “Está usted entre el límite del tiempo y la realidad.”

-vaya tontería- murmuré a mis adentros, y una puerta a mi lado se abrió, miré con curiosidad en el interior de la enorme habitación y divisé un órgano, hermoso y antiguo, solitario entre una habitación que parecía poseer colores que morían entre su camino desde los vitrales de las ventanas hacia el suelo polvoriento. El rechinar de otra puerta me alertó, y vi otra habitación adjunta que me invitaba a pasar. Fui allí, encontrándome con una especie de salón, de esos en los que solían hacer las fiestas en la edad media. Tenía muebles hermosos bajo sabanas blancas que estaban arrinconados, con relojes de madera antiguos y mesitas con muchos jarrones costosos. La diferencia entre este salón y las demás habitaciones era que estaba completamente limpio.

Otro ladrido, y risas. ¡Había olvidado a mis hermanos!

-¡No seas tramposo Petter!- oí de Jouliane, que entraba corriendo a la habitación y se quedó paralizada al verme ahí, luego entró Petter y Katie, quienes también me vieron con impresión -¿Qué haces aquí?- dijo al cabo de unos segundos Jou, reí sarcásticamente

-es pregunto yo, ¿qué hacen aquí?- dije con enojo, todos bajaron su cabeza

-¡Venimos aquí siempre!- soltó Katie

-¡Pero no sin mi autorización!- respondí al instante completamente enojada, y me acerqué a Katie tomándola por su bracito.

-¡No puedes prohibirnos algo que hacemos desde siempre!- gritó Jouliane

-¡No lo hago por mala! ¡Hay reglas!, aquí corren peligro…- hice una pausa, volteando hacia donde se encontraba, y cuando me disponía a hablar nuevamente volvieron a interrumpir mis pensamientos, acciones y reacciones.

-Aquí no corren peligro en lo absoluto- escuché de una dulce voz masculina que al parecer había aparecido de pronto, solté a Katie sin darme cuenta en cuanto lo intenté localizar con mis perplejas par de pupilas.
Y ahí, cual mago encantador de la edad media aparecía quien poco tiempo después compararía con el mago Merlín. Era un hermoso sujeto que parecía poco más que una aparición celestial, reencarnación de alguna blanca flor arrancada del campo elíseo. Sus ropajes negros hacían resaltar sus ondulados cabellos azabache y sus ojos oscuros y expresivos. Eran una combinación total de alguna obra de Miguel Ángel con la mismísima mano del creador.

Un caballero andante de impecable presencia. Sin saber porque, me quedé muda solo observándole.

¿Quién eres tú que entre nocturnas sombras sorprendes de este modo mis secretos?
(William Shakespeare)


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Primero que nada, me permitiré agradecer a todas aquellas que decidieron seguir de manera oficial el blog, además a todas quienes se dieron a la ardua pero sencilla labor de comentar que les parecía el primer capítulo, en segundo plano, me disculpo por mi tardanza extrema, ¿a qué se debió?, se debió a que eran mis últimos días como bachiller, ahora soy una persona libre que irá a la universidad y no se aguantará más los desagravios de la juventud que la rodeaba xD. Bien chicas, hoy es 24, saben a que me refiero, ¿no? casi cumpliré 3 años de esta historia que salió unos meses después de que el 25 recibiésemos esa noticia. Recordemos a un Michael feliz que nos dice siempre 'persigue tus sueños' ¿bien? no quiero ponerme triste por que ya no es momento para ello, espero que les guste mi trabajo y me acompañen, creo que ahora si podré hacer las cosas como quiero de verdad y traerles un mejor trabajo. 

Gracias a Michael, y Gracias a ustedes, por estar siempre ahí.