“Aurora de un atardecer”
Ciudad capital; media tarde. Mes de febrero.
Abres un poco tu boca, y entra
oxigeno a tus pulmones. Sabes que estás con vida, y es ‘perfecto’. Llené de
oxígeno mis pulmones como si jamás hubiese sentido su sabor, y comencé a volver
en sí. Entonces lo recordé, y cual daga ceremonial, sentí atravesar mi corazón
y cerebro con recuerdos. No estaba muerta, y no estaba naciendo de nuevo. Vi
entre las sabanas a mi lado, eran de color verde, y vaya que esperanza era lo
que menos me infundían, eran opacas y frías, carecían de vida y energía, como
yo misma en aquella situación.
Traté de levantarme, pues
estaba dormida anteriormente sobre mi estomago, por lo que ahora me apoyaba
débilmente con mis manos entre sabanas. Un recuerdo fugaz vino a mi mente, con
muchísima fuerza, trayendo consigo a un chico de tez blanquecina y rizos
seráficos. Bajo automáticamente una lagrima por mi mejilla al recordar un
sentimiento de luto. “No… no” me dije
a mi misma, comenzando a temblar, lo hacía siempre que me desesperaba o ponía
nerviosa. En ese mismo instante estaba no menos que a punto de enloquecer. Mas
lagrimas se asomaban a aquella aglomeración de sensaciones, perturbada
entonces, di un salto de mi cama, hacia el suelo.
Ya allí, estuve de pie inmóvil
por unos segundos, me sentía liviana y todo se veía borroso, estaba en aquel
estado al que todos llamaban “mareo”, eso dificultó mis movimientos cuando
comencé a deslizarme hasta la puerta y cruzarla, un sacrificio más fue bajar
las escaleras, que no eran mis amigas en aquellos segundos, parecieron jugarme
una broma, quizás hacerse más resbaladizas, y quizás riendo a carcajadas, me
dejaron caer. Creo que faltaban unos insignificantes seis escalones para llegar
al suelo, yo los bajé de modo fácil, pasando sobre ellos con mi costado
derecho, acabando desplomada en el suelo, no quedé inconsciente ya que mi brazo
hizo un buen trabajo al recibir todo el golpe y por inercia irse al suelo antes
que mi cabeza. Solo sé que la mitad de mi cuerpo estaba aun entre las
escaleras, y desde mi cadera hasta mi cabeza, estaban contra el suelo frío de
mi departamento.
Me quedé ahí de nuevo, no
tenía la energía para levantarme, las lagrimas me ganaron de nuevo y yo recordé
todo para mi desgracia; mi nombre era Evelyn Moore, tenía 18 años, era
fotógrafa sin empleo y acababa de recibir la noticia de la muerte de mi madre,
quedaba huérfana con cuatro hermanos a los que no veía hacia ya un par de años,
y mis depresiones no habían terminado en drogas por que al parecer Dios me
había dotado de muy buenos amigos.
Quizás eso explicaba mi ropa
negra y lo pálida que me encontraba, despeinada y frágil, me sentía fracturada
en mil pedacitos sobre el suelo, cual cristal.
Me incorporé entre varios fallos, resbalando de nuevo y volviéndome a
golpear, hasta que logré erguirme, secándome las lagrimas con mi antebrazo.
Luego de aspirar más del puro oxigeno, me levanté.
-Sabes que está prohibido- escuché claramente de una voz masculina,
que hizo estremecer cada fibra de mi cuerpo, provocando intensos escalofríos
que encalambraban más mis piernas. Estaba atónita.
Que desgracia la mía, mis
piernas me traicionaron de nuevo, caería al suelo. Me desmayaría, aun a pesar
de haber escuchado aquella horrible voz, me tambaleé entonces cayendo de
frente, chocando sorpresivamente contra un bulto, tenía un intenso olor a
jazmín. Ese bulto era tan nuevo, pero familiar a la vez, era alguien que me
abrazó con fuerza, y me sostuvo con rigidez, me abrazaba cual tesoro, su tacto
era cálido y su perfume me embriagaba, como adoro el olor a jazmín.
-Cierra
los ojos- cual hilo armonioso, susurro de brisa, polvo de diamante de algún
invierno europeo, bañó aquel serafín con su aliento mi mejilla, su suave piel
aterrizaba contra mi cabeza, mientras mi agonía no podía ser tan fatídica y
exquisita a la vez. Aquel tacto era de seda y tan cálido como el aurora de un atardecer.
Estaba en una absoluta pose de
sumisión ante él, seráfico personaje de voz de miel, que me detenía entre el
tiempo y el espacio cual muñeca de cerámica, temía caer, pero más allá de
desconfiar, algo me hacía estar absolutamente segura de que él no me dejaría
caer. No, no lo haría, por más de ser un desconocido, un sueño bajo mis
pensamientos racionales, sabía plenariamente que no me dejaría derrumbarme.
Mis manos se perdían entre la
suave tela que cubría su pecho, apreté esta cuando sentí que me levantó del
suelo llevándome quien sabe a dónde, lejos de lo que me aturdía, lo que me
hería el alma, como lo haría un vidrio contra mi carne, que empuñando diese un
golpe a un cristal, atravesase el mismo quedando ahí estática, y se intentase
salir de ahí de regreso, cortándose con el tacto.
<<SHIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIISHHHHHHHHH>>
Escuché de pronto un
ensordecedor sonido, un pito, como un silbido. Volví en mi de nuevo,
despertando de un sueño otra vez, y me encontraba dormida sobre la mesa de mi
cocina, ese era el sonido de mi tetera,
que bañó en pocos segundos de un agradable olor a manzanilla mi alrededor.
Cuando me erguí en la silla que me encontraba, enmarañada, paseé mis manos por
mis mejillas al percibir lágrimas en las mismas. Además percibí unas maletas en
el rincón, cerca de la puerta del departamento.
¿Qué lo que sucedió
anteriormente… había sido un delirio?
Cuando me levanté de la silla
para ir por mi té solté una maldición, negué entonces con mi cabeza con
desesperación, había un dolor en mi brazo derecho y caderas.
¡No! ¡Claro que no fue un sueño!
ASFKJASKFDHJSAHDJHAJSDHAJSHDKJASHDKJASKDJAKSJDHASD HOLY SHIT THIS IS SO FUCKING INTRIGANTE D8
Siento haber leído ésto ántes :3 (No me digas xD)
Es como... contado por la misma persona, años después, pero en la misma época D: Como un viaje al pasado D: Que me deja con ganas de saber más D:
Todo tan lindo que va ésto :3
Me encanta D:
Diría "Síguelo", pero meh, soy tu representante man y harás lo que te diga D:
Okei no ._. Pero sé que subirás :33 será genial :33 y...y...y... sdaghsdgahgdhhsaghdashdasd
Kats :B